El jardín de las frutas

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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El jardín de las frutas escondido
en el centro del alma está encerrado
un huerto de misterio y encantado
por el aroma que exhala su querido.

Es la esposa un jardín de frutas frescas
de delicias de Arabia y del Oriente
lo visten los rubores del poniente
y aroma de naranjo lo refresca.

El jardín del cerezo y del almendro
de nogales añejos y castaños
de moreras crecidas con los años
y del manzano dulce del encuentro.

Regado está del vino más añejo
de aquel que cuajó el roble de su abrazo
el que embriaga a los lirios con su paso
y en los jazmines deja su reflejo.

Impregnado de azahar el aire envuelve
el alma con deseos de misterio
la deja de su Amado en cautiverio
y esclava del Amor se queda al verle.

ES un jardín privado que visita
solo el Amado que hizo su muralla
y en la voz de su silencio, cuando calla
queda el misterio clavado y no se quita.

Con cuánto amor plantaste las glicinas
las amapolas rojas y los nardos
qué delicadeza tuviste al escardarlos!
aún te veo a la sombra de la encina.

Me gusta ser jardín, ser tu cultivo
ser la tierra labrada por tus dedos
el lugar del encuentro y el consuelo
del Amor y el Espíritu en que vivo.


Cuánto agradezco tus rosales rojos
el dorado celestial de las retamas
los gladiolos altivos y las dalias
y el cedro que es el gozo de mis ojos.

A su sombra me siento cuando espero
tu paso con la brisa de la tarde
su frescura me envuelve al comentarle
que estoy allí aguardando al jardinero.

ES el descanso después de su trabajo
cuando el tiempo dilata su ternura
y el misterio amoroso en la espesura
se hace serena profesión y abrazo.

Es cuando la noche purifica el día
y al ardor de su sol sigue el misterio
es la noche que desata el cautiverio
y en el Amor libera su energía.

La paz en ella encuentra su frescura
y un acorde basta para que detengas
el cántico del tiempo que se entrega
en el manto del Amado y su figura.

Y cuando oscura y misteriosa envuelve
la exhuberancia del jardín regado
sólo tus ojos veo enamorado
y en ellos me sumerjo al conocerte.

Son tus ojos la luz en la penumbra
el resto ya se ha ido y sólo queda
la tibieza de la noche en primavera
en la que el fuego de tu luz me alumbra.

Y cuando ciego yo en tus ojos veo
la verdad más profunda de mi mismo
me sumerjo todavía en el abismo
del Amor trascendente al que me entrego.

Ahora veo que la noche como el día
es dimensión profunda del misterio
en que el Amado se vuelve mi cauterio
en la hondura misma de la vida.
Oh noche que eres la raíz del día
de la que bebe su fulgor y gloria
porque tu eres la hondura y la memoria
del Amor en lo profundo de mi vida.

Oh noche que eres una luz oscura
la luz de aquel misterio silencioso
el abrazo profundo del Esposo
que en el jardín entrega su hermosura.