El jardín de los cerezos

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web: Poesía religiosa y mística cristiana

 

Floreció el jardín de los cerezos.
Tu voz, como un susurro entre las flores
acariciaba con la brisa sus colores
refrescando el aire con sus besos.

Perfumabas el viento con tu aliento
madurado en frescura de rocío.
Reposabas en los pétalos de un lirio
que se vestía del color del cielo.

Cuán penetrante tu presencia cierta
suspendida en el polen que el aire recreaba,
el aroma que el respirar te reclamaba,
la fragancia de tu Ser que me despierta.

Cuánta suavidad dejabas a tu paso en esas flores
rozando con tus dedos su belleza,
derramando en su nada tu grandeza,
engalanando el jardín de los amores.

Y a la luz de la luna sus pétalos de nácar revestidos
roban a las estrellas su luz de primavera.
Luciérnagas danzando a su manera
reflejando el amor de tus ojos en su brillo.

Cuando las sombras se vuelven luz en tus pupilas
porque la noche se enciende con un fuego nuevo,
es el Amor que entibia la brisa que envuelve los cerezos
y descansa en el fresco de la noche estiva.

Ha llegado el momento del encuentro.
Confundido en las sombras aparece el contorno de tu cuerpo.
La luna de platino esfumada en tus cabellos.
Tu rostro emergente anuncia el día venidero.

Porque tu rostro es el día fecundado en la noche de los besos,
tus ojos el dulce licor de los almendros.
Me basta una mirada para embriagarme de ellos
y saborear en los míos la miel de tu recuerdo.

¡Detente noche! Suspende tu paseo por el cielo.
Déjame gozar aún de la presencia que más quiero.
Suspende por un rato tus latidos en el tiempo,
palpita despacio, no apures el lucero.

Que el tiempo del amor es el momento
de la fusión del cerezo y del almendro,
de los licores nuevos, de un vino muy añejo,
de la embriaguez que vuela en las alas de los sueños.

Se envolvió el bosque en tu silencio,
el manto de tu paz cubrió mis hombros y mi pecho.
Tus brazos acunaron un mar de sentimientos
y fui brasa quemando minutos de incienso.

Tu respirar tranquilo la ofrenda recogiendo,
exhalando ternura, tus ojos bendiciendo,
en el aire el aroma del vino que bebemos,
la música de grillos perdidos en el tiempo.