Prólogo:

El Francisco que buscamos

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web: Poesía religiosa y mística cristiana         

 

Los hombres necesitamos 
recuperar utopías, 
redescubrir la alegría 
y soñar lo que anhelamos. 

El cansancio, la tristeza, 
la depresión y el olvido, 
la ilusión que se ha perdido, 
los sueños que no se sueñan... 

Son síntomas que nos muestran 
que algo bello hemos perdido, 
algo profundo y querido, 
algo en nuestra misma esencia. 

Buscamos, acaso a tientas, 
manoteando sin sentido, 
ese misterio escondido, 
esa esperanza que anhela. 

Nos dicen que no hay camino. 
No es verdad, hay uno cierto, 
es Jesucristo que ha muerto, 
resucitó y está vivo. 

Para poder encontrarlo, 
para que podamos verlo, 
descubrirlo, conocerlo 
y enamorados, amarlo... 

Él nos dejó un pregonero, 
un hombre mínimo y puro, 
simple, profundo y seguro 
de ser de Dios mensajero. 

Como un lirio sobre el monte 
de la aridez de los tiempos, 
fecundado por el viento, 
perfuma nuestro horizonte. 

Francisco es mito viviente, 
es la poesía encarnada, 
la paz personificada, 
profecía permanente. 

Él encontró su camino 
e hizo de Cristo su vida, 
descubrió su melodía 
y se sintió peregrino. 

Fue incendio de Amor puro, 
de libertad liberada, 
de caridad impensada, 
de ayuno y trabajo duro. 

Su nostalgia de inocencia, 
su vida reconciliada, 
su oración pura y confiada 
fueron sed de trascendencia. 

fue su horizonte el del mundo, 
el del cosmos que lo envuelve 
y a su buen Dios puede verle 
transparentado en su mundo. 

Su vida es proclama viva, 
puro anuncio de Evangelio 
que rompe su cautiverio 
y libera su poesía. 

Tiene alma de poeta, 
de juglar, de trovador, 
es heraldo del Señor 
y en la historia, su profeta. 

Francisco es mito viviente, 
se descubre en él al hombre 
puro y simple que responde 
a su vocación consciente. 

El es solamente un hombre, 
un adán reconciliado 
que ha superado el pecado 
allí donde Dios se esconde. 

Es capaz de una ternura 
que en su vigor no se pierde, 
cortés y agradable al verle, 
esencial en su dulzura 

Un hombre que vuelto niño 
descubrió en Dios a su Padre, 
e intuyó que era una Madre 
que cuida y ama a sus hijos. 

Fue tan rico en su pobreza 
que el mundo le respondía 
y descubrió la armonía 
que está en la naturaleza. 


Fue pequeño, humilde, esclavo 
liberado en su obediencia, 
teólogo de la ciencia 
que es amar y ser amado. 

Es rey de las relaciones, 
derroche de simpatía, 
una copa de armonía 
burbujeante de emociones. 

Hermano por excelencia 
de los hombres y las cosas, 
descubre que son hermosas, 
transparencia de Belleza. 

Para él Dios es cotidiano 
porque volvió al paraíso 
y Dios se hace encontradizo 
si en el jardín lo buscamos. 

Es Padre de un mundo nuevo, 
revolucionó su tiempo 
y la Iglesia desde dentro: 
el Cristo del Medioevo. 

Todos los hombres llevamos 
un mito en nuestros adentros, 
necesidad de un encuentro 
con aquello que buscamos. 

El sentido de la vida, 
el para qué de la historia, 
sanar en nuestra memoria 
el dolor de las heridas. 

Estamos llenos de anhelos, 
de sueños insatisfechos, 
de frustraciones de hecho, 
de lágrimas sin consuelo. 

Quizás Francisco en su vida 
sea una simple respuesta, 
una puerta que está abierta, 
un vino que se convida. 

Él buscó como nosotros 
y reencontró el paraíso, 
estaba adentro y lo quiso 
compartido con los otros. 

Es por eso que Francisco 
supera todos los tiempos, 
los credos y sentimientos 
sectarios de todo tipo. 

Su amor es universal, 
su mensaje vence el tiempo, 
por eso en cada momento 
Francisco siempre es actual. 


ES el sueño realizado 
de la humanidad lograda, 
de su esencia reencontrada 
en Cristo Resucitado. 

Es el hombre que ha encontrado, 
la búsqueda realizada, 
es la verdad alcanzada, 
el límite superado. 


Es un sueño hecho persona, 
aquel que todos soñamos, 
es el hombre que buscamos 
cuando rezamos a solas. 

Es el que arranca en nosotros 
los mejores sentimientos, 
los que llevamos adentro 
y nos dicen lo que somos. 

Francisco es Amor y vida, 
espíritu y hombre nuevo, 
oración hecha jilguero, 
corazón de la poesía. 

Es un gorrión liberado 
atravesando tu cielo, 
tan simple como tu anhelo 
de seguirlo y alcanzarlo. 

Francisco es la melodía 
del Amor en que te duermes, 
ante el que estamos inermes 
porque acuna nuestra vida. 

Francisco es la brisa suave 
que acaricia tu conciencia, 
su perfume es providencia 
de aquel Amor que te invade. 

Francisco es licor del cielo, 
el gusto de lo que anhelas, 
embriaguez de lo que esperas, 
ojos llenos de consuelo. 


Es un prado de amapolas 
en el valle de tu vida 
y el color que se escondía 
en alas de mariposas. 

Es nostalgia de pureza, 
de limpidez de agua clara, 
de amanecer, de esperanza, 
de cielo azul, de limpieza. 

Es el vuelo de un jilguero 
que solitario en el cielo 
canta expresando su anhelo 
de Amor puro y verdadero. 

Y es un petirrojo herido 
en fuego de Amor profundo, 
en fuego que incendia el mundo, 
en el que está consumido. 

Ruiseñor enamorado 
que canta a Dios por las noches, 
grillo silvestre en el bosque 
tocando para su Amado. 

Es esperanza alcanzada 
de una vida verdadera 
y caridad que genera 
una fe que no se apaga. 

Hermano, mira a Francisco 
que es transparencia de Cristo 
y proclama lo que has visto 
anunciando a Jesucristo.