Bautismo del Señor

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Con estupor las aguas lo contemplan:
el hijo del cielo sumergido en ellas,
atónitas, lo miran las estrellas
transmitiendo al torrente su pureza.

Bulle el Jordán, la multitud en fiesta
por el torrente que lava los pecados,
porque en el agua somos perdonados
y renacemos a una vida nueva.

Baja Jesús a las aguas primordiales
y las renueva como lluvia fresca,
llueve la Palabra, que el río se estremezca,
abiertas ya las fuentes iniciales.

Lava el agua y en la luz se purifica,
desciende el Sol y se sumerge en ella,
recuperan el brillo de su imagen bella
y un rayo de su luz las santifica.

Quema el fuego, en las aguas, los pecados
porque el Amor desciende como un río,
como torrente que el Jordán bravío
incendia en el fuego del Amado.

Una brasa divina que encendida,
desde antes del tiempo preparada,
quema las aguas pero no se apaga
y su calor y ardor les concedía.

El telón del cielo se desgarra
y la gracia de Dios se comunica,
el Espíritu en su fuego las bautiza
y anida su potencia entre las aguas.

Como el Domingo que cerró el diluvio,
una paloma anuncia el nuevo tiempo,
la que aleteando en los mares primigenios
desde el torrente vio nacer el mundo.

Habla en el trueno el Dios omnipotente
y manifiesta, del Hijo, su misterio:
Este es mi Hijo, el predilecto
Él es el Sol que surge del Oriente.

Él bautiza en Espíritu de fuego
al nuevo Adán que surge de las aguas,
una nueva creación ya se hace pascua
en el Hijo que a los hombres les entrego.

Estas son las aguas de la luz perfecta
la luz en que los hombres se renuevan
porque en la luz las almas se recrean
y se transforman en lámparas electas.

Porque el Sol que es Padre nos bendijo
con el Calor de su Espíritu divino
y en un torrente luminoso y cristalino
nos recrea en su Luz como a sus hijos.