Solos nuevamente

                  Autor: Manolo J. Campa

   
 ¡Al fin solos! Exclamé jubiloso al comenzar nuestra luna de miel. Hicimos nuestro
noviazgo en la época de la dictadura de las chaperonas. Por eso cuando fuimos ella y yo
y nadie más en nuestro espacio, sentí una maravillosa sensación… como la que debe
sentir un ratón cuando el gato está ausente. Soledad maravillosa para buscar la felicidad
a dúo, para a solas ir tramando las ilusiones futuras. Y la primera de aquellas ilusiones
nos llenó de alegría a los once meses de nuestra boda. ¡Fuimos padres de una niña!

Después de aquella niña vino otra. Detrás nos llegó el primer varón. Le siguieron
otra niña y dos varones más. El sosiego, la quietud para los dos solos de los primeros
once meses desapareció. En una familia con varios hijos lo normal no es la calma, la
tranquilidad, el silencio, la relajación… lo es la actividad, el sobresalto, el estruendo, la
efervescencia.

Con el transcurso del tiempo nuestros retoños se hicieron hombres y mujeres. Se
fueron casando todos… menos el menor de los varones que vivió en nuestra casa “una
eternidad” hasta que compró la suya. Mi mujer cogió este acontecimiento con un
embullo enorme. Se ofreció eufórica para darle una buena limpieza a la que iba a ser la
primera casa de su hijo menor.

Yo no entendía aquella algazara de ella… Pensando con ternura ¿era porque de nuevo
íbamos a ser el uno para el otro… sin interrupciones? Pensando sin romanticismo ¿era
por excesivo instinto maternal… por madraza? Cualquiera que fuese el diagnóstico
correcto, los días para nosotros solos de los primeros once meses de nuestra unión no
volverían. Las razones en el próximo párrafo.

Nuestros hijos nos han dado catorce formidables nietos, llenos de vitalidad para hacer
deportes que tenemos que presenciar… ganadores de premios escolares; entrega de los
cuales también tenemos que presenciar… y poseedores de teléfonos inalámbricos que
alegran nuestras vidas de jubilados con sus frecuentes llamadas a todas horas y a
deshoras.

Acepto con honrosa culpabilidad “la lata” que nos dan los nietos. Pero con amoroso
respeto tengo que envolver a Dios en esto… El dijo: “creced y multiplicaos”. Hemos
cumplido el mandato en un cincuenta por ciento: No sobresalgo por mi estatura… mi
esposa tampoco da la talla para jugar baloncesto… estamos fallos en la primera parte
del mandato divino, pero ¡nos multiplicamos bastante!

Sigamos con el asunto de mi esposa y la limpieza de la casa de nuestro benjamín.
Estaba cambiando un bombillo fundido cuando se presentó sonriente, vestida de
espantapájaros para ir a desempolvar, deshollinar, barrer y baldear la casita de su
pequeño. ¡Qué impacto, alucinante, imponente! Por poco me caigo de la escalera.
Lucía profesional, no lo puedo negar… como una fregatriz de comienzos del siglo
pasado.

Les describo aquella indumentaria impresionante: En la cabeza llevaba puesto un
gorro de “chef” aplastado. Para abrigarse de la temperatura invernal vestía una raída
camisa mía de lana. Completaba su atavío con un delantal y una saya dispareja que
permitía ver que calzaba mis maltratadas botas de trabajar en el patio. Ver foto.

Coletilla: Al amparo del Derecho de Réplica, yo, la esposa del autor, hago saber que
la foto aquí mostrada corresponde a un disfraz estrafalario que vestí para asistir a un
Baile de Mamarrachos, y no es constancia gráfica de la ropa que usé para trabajar en
la casa nueva de mi hijo menor, labor que realicé sin la ayuda del autor que alegando
ser alérgico al polvo, se sentó a la sombra de un árbol a leer y dormir la siesta,
costumbres adquiridas desde que llegó a la Tercera Edad (chochez).

EN SERIO:

“Exilio intransigente”. ¿Lo llaman así algunos con la intención de desacreditarlo?
Hasta ahora no había pensado en el contenido de ese título. Si los que usan ese término
se refieren a los que quieren para Cuba una libertad total, sin Fidel, Raúl y sus
incondicionales, no tengo por menos que aplaudir a esos intransigentes.

Como tantos hombres y mujeres de mi generación, sentí el quebranto de ver caer a
Cuba bajo el poder de un tirano. Pena, tristeza nunca antes experimentada, sentí cuando
fueron fusilados mis amigos, familiares de ellos, vecinos, compañeros del colegio y del
trabajo… y no he podido borrar de mi mente el doloroso instante en que me enteré de la
muerte por asfixia en la fatídica rastra de los presos de Playa Girón de un admirable
atleta de mi equipo de natación.

No pueden olvidar los presos los maltratos, las golpizas, los bayonetazos, la falta de
atención médica y de alimentos que sufrieron. Sus familiares tampoco olvidan el dolor
y los sufrimientos de sus seres queridos. Los que desde aquí sufren como propias las
injusticias, la falta de libertad, la falta de derechos de los cubanos que en su propia tierra
no tienen lo que pueden disfrutar los extranjeros, es lógico que busquen el
derrocamiento del tirano.

Si ser intransigente es mantener que libertad con Fidel no es posible… Si sostener
que hay que eliminar a los Castro para que en Cuba sean respetados los derechos
humanos es una intransigencia… Si los exiliados que no se dan por vencidos en la
lucha contra el castro comunismo son intransigentes, de nuevo aplaudo al exilio por
“inquebrantable”.

 

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