Terrorismo sobre inocentes

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)



Una noticia puede decirnos con sobriedad: “murieron 20 soldados”. O puede darnos, en un reportaje más detallado, los nombres y apellidos de cada víctima, sus sueños, sus familias, los hijos, la esposa o la novia que dejan solos, abatidos, desconcertados.

Existe el peligro de leer las noticias de modo frío, anónimo. Ayer mueren en un atentado 30 checenos. Hoy nos hablan de los muertos en Irak. Mañana nos presentarán, en un cuadro pequeño, casi anónimo, que cientos de personas han sido asesinadas cruelmente en un poblado perdido del centro de Africa.

Es verdad que los periodistas no pueden contarnos la historia de cada víctima. Los lectores podemos, sin embargo, pensar que detrás de las cifras, de las noticias, hay vidas concretas, deseos y esperanzas que, de repente, son arrancados de modo violento, injustificado.

Cada víctima del terror, de la violencia, tenía un sueño, una familia, unos amigos. No podemos conocer los mil dolores que se esconden tras la guerra y el terrorismo. Aquel soldado anónimo iba a volver a casa este fin de semana. El joven que murió en un concierto de música donde explotó una bomba soñaba con ser médico y ayudar a los pobres. El policía que quedó mutilado por manos de un terrorista sin escrúpulos esperaba, en dos meses, ver nacer a su tercer hijo. Aquel campesino de Uganda que aparece con la cara en el suelo, rodeado de curiosos, acababa de recibir un pequeño préstamo para mejorar las cosechas y dar de comer a los habitantes de su poblado.

Hay crímenes que nos dejan sin palabras, casi sin capacidad de llorar. Hay criminales que buscan sólo un número más elevado de muertos. Hay odios que no son capaces de ver en el otro más que a un enemigo. No nos resignamos a soportar que existan terroristas que buscan, fríamente, matar y destruir, a veces sin saber a quién matan, sin conocer el rostro y la historia de los que serán sus víctimas.

Nuevas muertes entristecen la voz de las noticias. En silencio, con un puño de dolor, rezamos por los muertos, por sus familias, por sus amigos. Pedimos a Dios que perdone a quienes no conocen lo que significa amar, no saben lo grande que es el perdón, lo bello que es trabajar por la paz, día a día, allí donde vivimos, allí donde podemos estar juntos, unos con otros, como hermanos...