Regalos

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Llega el momento más esperado: abrir los regalos. Juan entra en la sala y observa cajas llenas de colores. Parece que cada una está gritando: ¡empieza conmigo!

Unas cajas esconden libros de animales. Otras, fábulas de ayer y de hoy. Otras, coches de carreras, caballos o héroes de plástico. Otras, chocolates, caramelos y otros mil caprichos para el goloso. Otras, tal vez algo más serio: un reloj de pulsera, un diccionario para la escuela...

Detrás de cada regalo hay alguien. Unos vienen de papá y mamá; otros de los abuelos (la abuela Tina siempre compra cosas útiles); otros, de los tíos; otros, de los primos; y hasta han mandado regalos algunos compañeros de la escuela.

En muchas familias es normal un momento así, de emociones, de fiesta, de regalos. En algunas todo resulta muy sencillo: pocos regalos, algunos quizá con cosas útiles para la escuela. En otras, los regalos son más generosas. En todas, casi siempre los regalos son recibidos en un ambiente de alegría y de sorpresas. Porque quienes los dan quieren al festejado, lo aman, desean que sea muy feliz en el cumpleaños, en el día de la primera comunión o por otros motivos que se suceden (pocos, por desgracia) durante la vida de los niños, de los jóvenes y de los adultos.

La abuela Tina lanza la pregunta a Juan: en cada fiesta, ¿qué nos regala Dios? Juan mira un poco confundido. No le han dicho en la catequesis que Dios hace regalos. La abuela se ríe, un poco traviesa, mientras papá le susurra al oído: “mamá, siempre tan pícara”.

Sí, es un poco pícara la abuela Tina, y muy buena catequista. Porque en la vida todo es don, todo es regalo. Desde el mismo existir hasta el tener algo de salud y de comida en la mesa; desde la gracia bautismal (un regalo muy grande) hasta la primera, segunda y centésima comunión (que vale mucho más que todo el dinero que corre por la bolsa de Nueva York); desde la lluvia que riega los campos y limpia de smog las ciudades hasta esa paloma con la pata herida que Juan puede curar un poco cada día cuando le da algo de comer.

“Todo es don, todo es gracia”, dicen algunos teólogos profundos y sabios. La abuela, que no ha ido a la universidad, lo dice con su lenguaje sencillo: “todo es regalo”. También lo que llega sin envoltorio, en esa torta que “aterriza” en la mesa y en los besos que papá, mamá, la abuela y los hermanos dan a Juan para decirle, una vez más: ¡felicidades!

Todo es regalo, especialmente ese cariño que nos ofrecen tantos rostros amigos y que son como un reflejo del rostro del mejor de los Amigos, de nuestro Padre de los cielos...