Levadura nueva en un mundo necesitado de esperanza

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

 

La vida nos ha llenado de necesidades. El ambiente, los amigos, el “nivel social”, o los propios gustos, nos obligan a invertir casi todo el tiempo en conseguir una buena titulación académica, lograr un trabajo cualificado con un salario elevado, y realizar no pocos sacrificios para mantener unos gastos que nunca nos dejarán completamente satisfechos.

En medio de esta situación, algunos pierden el sentido de lo esencial, a nivel individual o colectivo. Quien lo ha pagado de un modo profundo es la familia y, en concreto, los “hijos” que no llegan o llegan a cuentagotas.

Ya resulta un tópico hablar del “invierno demográfico” o del suicidio nacional de varios países considerados ricos. Incluso los jóvenes, que empiezan a darse cuenta de la situación, no ven caminos para salir del túnel, no se sienten capacitados para romper con los esquemas dominantes y abrirse con generosidad a tener más hijos de lo que permite la “obligación” de alcanzar un nivel de vida “obligatorio” según los tiempos que corren.

Algunos posponen por años el matrimonio, no ven posible alcanzar la estabilidad económica para dar el paso. Si se casan, la posibilidad del divorcio ensombrece la vida de la pareja y tiñe de amargura discusiones que podrían superarse con un poco más de cariño y, a veces, con un poco de sacrificio. En este ambiente, ¿hay ese poco de ilusiones que permiten acoger la llegada de nuevos hijos?

A la vez, hay señales de esperanza. Grupos en las parroquias y movimientos eclesiales se esfuerzan por vivir las verdades del Evangelio. Jóvenes y adultos descubren la paz de la oración, la alegría de la caridad, el crecimiento de la renuncia, la riqueza de la generosidad, la donación sin medida.

Aquí y allá encontramos esposos que reciben, como bendición de Dios, los hijos que van llegando. No será algo fácil, desde luego, proveer a su educación (¿lo ha sido alguna vez, incluso cuando en la familia había un solo hijo?), pero el dinamismo del Evangelio abre mil horizontes y ofrece el apoyo de tantos otros creyentes que forman, de verdad, comunidades unidas por el amor.

Varios países se encuentran en una encrucijada decisiva. La situación creada por una economía del “bienestar” parece haber aprisionado a muchos. Pero la libertad es mucho más poderosa que las cadenas, las modas y los condicionamientos sociológicos. Es más poderosa esa libertad cuando se nutre con un alimento nuevo, desde el encuentro con Cristo vivo, a través de la escucha del Espíritu Santo, con la compañía de nuestra Madre del cielo.

Hace muchos siglos, ante una situación en la angustia oprimía muchos corazones, san Agustín supo ofrecer una palabra de esperanza: no estamos ante un mundo que termina, sino ante un mundo que inicia. Nos toca a los creyentes ser levadura. La masa, empapada con el testimonio de nuestro amor, empezará a teñirse de vida, de niños, de alegría.