La píldora del optimismo

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)



El desayuno estuvo frío. El día amaneció nublado. El coche no arrancó bien. Nos paró un policía. En el trabajo nos pusieron varias zancadillas. Y al llegar a casa la esposa o el esposo nos regañó porque hicimos un raspón en la mesa del abuelo...

Momentos malos todos los tenemos. Momentos peores también, pues a veces parece que todo lo malo viene junto, como si se tratase de una granizada de verano. Y entonces uno puede pensar que no está hecho para la vida, que nació en un día equivocado para una ciudad ingrata y entre hombres odiosos...

Puede ser que algún médico o empresa farmacéutica anuncie la existencia de “píldoras contra el pesimismo”. Pero es seguro de que hay personas que resisten las pruebas más inimaginables con una sonrisa de esperanza, y otras que se deshinchan apenas se enfila en su jornada una piedrita en el zapato o una mancha de tinta en el traje. ¿Qué distingue a unos y a otros? Una dosis de optimismo, que es como el prisma que cambia los colores y encuentra luces donde antes sólo se veían tinieblas y amarguras.

Alguien dijo que un pesimista es un optimista bien informado. Podríamos invertir la frase y decir que un optimista es un pesimista bien informado... Y es que el sucederse en cascada de hechos que nos contrarían no debería quitarnos los ojos de tantos y tantos beneficios y alegrías que rodean nuestra existencia cotidiana.

Me ha regañado mi esposo o mi esposa. ¿Pero no es de verdad hermoso saber que nos sigue amando, a pesar de todo? El desayuno estuvo frío, ¡pero tuve algo para comer, mientras que otros..! El día amaneció gris como la muerte, pero detrás de las nubes brilla el sol de los caprichos y quemaduras de verano, y en la noche siguen tintineando, en giros misteriosos e imprecisos, miles de estrellas que ni siquiera ponemos vislumbrar con los mejores telescopios de Estados Unidos... Cada momento “oscuro” de nuestra vida no es sino el negativo de una fotografía hermosísima que va escribiendo cada aventura humana.

Ahora que vivimos en el mundo de la “medicina de los deseos”, habrá quien anuncie algún día una esperada “píldora del optimismo”. Mientras llegue al mercado, tenemos todos los días la posibilidad de descubrir, tras los pliegues del telón de la existencia, la luz y el amor que dan sentido al dolor, al cáncer, la traición y los impuestos. Dios sigue, entre bastidores, con un amor que ilumina todo con una luz nueva. Para eso, hace 2000 años, Cristo vino al mundo. Por eso, desde que murió en la cruz, el dolor ha empezado a ser fuente de vida. Esta verdad es la fuente del optimismo cristiano. ¿Nos hemos dejado entusiasmar por esta certeza?