Gracias, de corazón, gracias

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

Cada día recibimos mil gestos de fidelidad y de amor de los que viven a nuestro lado. Nos llega el pan a la mesa gracias al trabajo de unos panaderos, al policía que regula honestamente el tráfico, al padre o a la madre que van de compras, al empresario que paga puntualmente y con justicia su salario, al campesino que sudó para ver crecer, poco a poco, unas espigas. Corre el agua por el grifo gracias a un plan local o regional para abastecer pueblos y ciudades con ese precioso don que baja del cielo y las montañas. Llenamos el depósito de gasolina del coche gracias a cientos de obreros anónimos que trabajan en los pozos de petróleo, a los comerciantes que los traen desde países cercanos o lejanos, a los encargados de las pipas de transporte, y a los dependientes que cuidan esas gasolineras que nos ayudan a evitar la sorpresa del depósito que ha quedado vacío a mitad de la carretera...

La luz eléctrica, el pescado, la resistencia de la ventana, la belleza de unos ladrillos, el libro que leemos unos momentos al acostarnos... ¿Cuántas veces pensamos en quienes los hicieron, en quienes nos permiten usarlos, en quienes nos los regalaron o nos los compraron?

Una sencilla palabra refleja la grandeza de un corazón atento: "¡gracias!" Sí, hay que dar las gracias por mil cosas. No como el niño que ha aprendido a decir "gracias" simplemente porque "hay que ser educado", porque sus padres se lo repiten una y otra vez. Hay que decir "gracias" desde lo más profundo del corazón, porque hay en nuestro planeta tantos hombres y mujeres honestos, buenos, que nos permiten disfrutar de miles de cosas pequeñas o grandes que hacen la vida hermosa y llevadera.

En el fondo, habría que dar las gracias a Dios. Un día nos soñó. Ese día empezó nuestra existencia. Cada minuto es un milagro de su Amor. Vivimos porque nos quiere, porque nos ama. Y porque ama a los que caminan con nosotros y nos ayudan en las mil necesidades de cada día.

No deberíamos nunca de cansarnos de decir: ¡gracias! Sí: ¡gracias, Dios, gracias, hombres, por tantas cosas, por tantos gestos de cariño! ¡Gracias, de corazón, gracias!