Borracheras

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)



Resulta bastante fácil iniciar una borrachera. Un vaso, otro, y otro. El cuerpo reacciona. Una sensación de placer, de entusiasmo, de fuerza, invade el corazón. Todo parece fácil. Desaparecen los complejos. Uno empieza a reír a carcajadas, a decir lo que piensa sin temor, sin respeto humano.

Los que observan desde fuera ven cómo el alcohol conquista el cerebro de su víctima, cómo engaña y encadena: la aparente euforia es frágil como el viento de la tarde. Ese sentimiento de omnipotencia se derrumbará en unos minutos o en unas horas, y dejará al descubierto la debilidad y la amargura de un placer vacío y destructor.

Hay muchas personas que viven de borracheras. En su cuerpo y en su espíritu. Se ilusionan por un placer, se enganchan a la droga, hacen del sexo la obsesión central de sus vidas. Buscar siempre lo inmediato, disfrutar el presente, dejarse llevar por lo que pide el cuerpo. 

Algunos dicen que estas borracheras son “pecados” de juventud. Pero a veces nos encontramos con adolescentes llenos de sentido común y de dominio propio, y con adultos atados a vicios que los incapacitan para tomar decisiones maduras, que no les dejan asumir la vida con responsabilidad y coherencia.

¿Es posible romper las cadenas? ¿Es posible una liberación profunda, radical, de esos placeres que engañan y destruyen? Cuando alguien nos mira con respeto, cuando nos dan confianza, cuando podemos hacer un acto bueno, notamos que es posible cortar con el vicio, que podemos empezar a vivir para los demás. Lo más hermoso en esta vida es ser amados, es devolver amor a quien nos quiere a pesar de lo que hemos sido porque espera que seamos lo que podemos ser.

Tenemos en nuestras manos este momento, este instante. Dios nos deja vivir y optar. El bien y el mal están ahí, ante nosotros, como dos caminos muy distintos. Quizá es hora de abandonar botellas y ambiciones que nos han cegado. Quizá es el momento de escoger el sendero siempre hermoso de la madurez en el amor, de la entrega a los demás, a los de casa, que esperan que salgamos de vicios que no nos dieron nada y nos quitaron mucho...