Con el Papa, desde el Evangelio

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

Ante los ataques que sufre el Papa, hoy como en el pasado, miles de católicos sienten un deseo sincero y eficaz de defenderlo, de apoyarlo, de acompañarlo en estos momentos de prueba.

Por eso elaboran respuestas a las calumnias y mentiras, evidencian la falta de coherencia de los acusadores, explican el sentido auténtico y las funciones del Obispo de Roma y de su magisterio.

Pero la defensa del Papa es incompleta si entre los católicos siguen en pie problemas y situaciones que merecen ser superadas.

Entre muchos católicos, por ejemplo, falta un compromiso sincero por participar a la misa cada domingo (por lo menos), por recibir el sacramento de la confesión siempre que sea necesario, por rezar en diversos momentos del día, por leer y meditar la Biblia, por amar a Dios sobre todas las cosas.

Entre muchos católicos falta, también, un compromiso sincero por vivir el amor a Dios unido al amor al prójimo. Porque “quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20).

Falta, tristemente, un conocimiento serio y bien orientado de la propia fe. Porque muchos bautizados han dedicado más tiempo a ver partidos de fútbol y películas, o a ir a fiestas, que a leer buenos libros de doctrina, a estudiar el “Catecismo de la Iglesia católica”, a asistir a conferencias de sacerdotes y de laicos fieles al magisterio.

Falta en muchos bautizados un esfuerzo concreto por vivir el sentido verdadero del amor conyugal, ese que exige la castidad antes del matrimonio, que lleva a la apertura de los corazones ante la posible llegada de los hijos tras la celebración de la boda. Es triste constatar que muchos esposos católicos usan métodos anticonceptivos, como si no valorasen lo que la Iglesia enseña para vivir correctamente la propia vida matrimonial.

Falta una actitud sincera de desapego a los bienes materiales, por olvidar que la codicia es una idolatría (cf. Col, 3,5). Por eso mismo muchos aceptan pasivamente situaciones de injusticia social y de auténtica hambre en miles de hermanos que esperan una mano amiga y un mundo más solidario.

Es hermoso el esfuerzo sincero y profundo por defender al Papa. Lo haremos de un modo íntegro y eficaz si nuestras palabras están acompañadas por una vida auténticamente cristiana, lejos de las obras de las tinieblas y con la fuerza de quien se deja iluminar por Cristo.

Seremos así lámparas que brillan desde la luz del Evangelio, corazones que se esfuerzan por vivir en el mundo de la misericordia, del amor y de la esperanza verdadera.