Anticonceptivos, hedonismo, revolución sexual y feminismo
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Las investigaciones para
conseguir anticonceptivos cada vez más “eficaces” llevaron, en 1960, a la
difusión de la píldora Pincus. Tales investigaciones se nutren de diversos
factores culturales, entre los que podemos mencionar el hedonismo, la revolución
sexual y ciertas corrientes del feminismo.
La mentalidad hedonista es tan antigua como el ser humano. El placer ejerce un
fuerte atractivo en los seres humanos desde la infancia. Al mismo tiempo, genera
una serie de problemas y de conflictos, a nivel personal y social, hasta el
punto de provocar epidemias, desencadenar violencias, promover el despilfarro y
la codicia, alimentar desórdenes psicológicos, herir la vida familiar y otras
relaciones humanas, minar la moralidad en las instituciones públicas.
La mentalidad hedonista cuenta con defensores importantes en la Grecia antigua.
Los cirenaicos y la escuela de Epicuro, si bien de modos diversos, consideraron
el placer como el criterio fundamental a la hora de juzgar sobre la bondad de
los actos humanos. Platón y Aristóteles ofrecieron observaciones críticas sobre
el hedonismo, y mostraron los peligros que surgen cuando uno vive orientado
hacia la búsqueda del placer por el placer, especialmente porque el placer lleva
hacia el desenfreno y alimenta formas de adicción que provocan daños enormes en
las personas y en las sociedades.
El hedonismo resurgió, de diversas formas, en el mundo moderno. En parte hay un
núcleo hedonista en la teoría moral de David Hume (1711-1776), si bien este
famoso filósofo deseaba limitar los efectos dañinos del placer desenfrenado a
través de la defensa de un sentimiento moral que sería suficiente para
orientarnos al respeto de los otros.
El hedonismo encontró una defensa más radical en los libertinos franceses del
siglo XVII. Además, tuvo un importante aliado en el utilitarismo, que se origina
desde Jeremy Bentham (1748-1832). Para Bentham, todos los actos humanos surgen
desde el deseo de placer y están orientados a la búsqueda del placer.
Durante el siglo XX se desarrollaron diversas teorías y movimientos ideológicos
que llevaron a lo que algunos autores han denominado como “revolución sexual”.
En concreto, algunas ideas de Sigmund Freud (1856-1939) sobre la psicología
humana fueron asumidas y manipuladas por pensadores neomarxistas como Wilhelm
Reich (1897-1957) y Herbert Marcuse (1898-1979), para los cuales habría que
eliminar las barreras culturales y sociales que impiden a hombres y mujeres
disfrutar plenamente de la propia sexualidad.
Al mismo tiempo, se desarrollaron corrientes de pensamiento que iban
radicalmente en contra del cristianismo y que proponían un modo de interpretar
la sexualidad humana basada en el placer, una visión de la economía orientada al
mero enriquecimiento material, y una lectura de la condición humana como si se
tratase de un simple resultado del azar o de leyes evolutivas más o menos
férreas. Todo ello llevaba a defender que la existencia de normas morales
absolutas o de estructuras familiares estables no tendría sentido, sobre todo
ante la fuerza de tendencias humanas que impulsarían a todos hacia el uso de la
sexualidad de un modo espontáneo y sin los tabúes o las barreras del pasado.
Algunas ramas del feminismo moderno se insertaron dentro de estas corrientes,
con representantes de importancia. Podemos recordar a Margaret Sanger
(1879-1966), que quiso promover la liberación de la mujer, especialmente en el
campo sexual, y que apoyó decididamente las investigaciones que llevaron a la
fabricación y aprobación de las píldoras anticonceptivas en 1960.
Hay que añadir que Sanger fundó, en 1921, la American Birth Control League,
asociación que en 1939 confluyó en la Birth Control Federation of America. Esta
asociación cambió al nombre actual, la Planned Parenthood Federation of America
(PPFA), en 1942. Posteriormente dio origen a la International Planned Parenthood
Federation (IPPF), una de las principales organizaciones que promueven la
anticoncepción y el aborto en todo el mundo.
Junto al nombre de Sanger podemos recordar a Marie Stopes (1880-1958), que abrió
una clínica de “planificación familiar” en Londres el año 1921, y que promovió
también la esterilización de las personas menos dotadas según una mentalidad
claramente eugenésica.
Además, hay que mencionar a Simone de Beauvoir (1908-1986), que publicó una obra
titulada El segundo sexo (1949). En este escrito, de Beauvoir buscaba promover
caminos que ayudasen a las mujeres a “liberarse” de la maternidad, casi como si
el llegar a ser madre fuera un obstáculo a la plena realización de la mujer.
¿Por qué estas corrientes de pensamiento han alimentado la mentalidad
anticonceptiva? Intentemos ahora dar una respuesta a este fenómeno.
Es manifiesta la falta de simetría que existe entre el hombre y la mujer en lo
que se refiere al ejercicio de la sexualidad. Si dos personas de sexo diferente
tienen relaciones sexuales, sólo puede quedar embarazada la mujer mientras sea
fecunda. En cambio, el hombre siempre queda, al menos físicamente, libre de todo
lo que implican los nueve meses de embarazo.
Con el deseo de lograr la máxima paridad posible, Sanger y otras feministas
promovieron métodos concretos y eficaces para que la sexualidad pudiera ser
“disfrutada” sin el lastre de los embarazos y de todo lo que ocurre tras el
parto (los deberes ante el hijo recién nacido). Uno de los caminos para lograrlo
consiste precisamente en hacer infecundas las relaciones sexuales, bien sea a
través de la esterilización del hombre o de la mujer, bien sea a través del uso
de anticonceptivos.
Para el hedonismo en general, la vida de placeres, especialmente en el ámbito de
los placeres sexuales, no podía dejar de lado la constatación de una serie de
peligros de cierta envergadura que amenazaban la salud o la misma vida de
quienes buscaban vivir un sexo libre y sin restricciones.
Algunos peligros serían de tipo cultural, moral y psicológico. Tales peligros
tienen una gran relevancia, si bien para los hedonistas se trataría de peligros
fácilmente superables.
Otros peligros tocarían a la misma vida física, en concreto dos grupos: diversas
enfermedades contagiosas que surgen desde el ejercicio de la sexualidad, que
provocan serios dolores y que disminuyen en mucho el placer que uno busca
alcanzar; y la posibilidad del inicio de un embarazo no deseado, con lo que ello
implica para la mujer y, en algunos lugares, también para el hombre (cuando se
ve presionado a “pagar” y asumir una serie de deberes, muchas veces no deseados
y costosos, hacia su hijo).
Precisamente para evitar algunas consecuencias físicas, sobre todo para evitar
los embarazos no deseados, los anticonceptivos orales fueron presentados como la
panacea y la “solución” a casi todos los problemas. Desde luego, la
anticoncepción hormonal era insuficiente para prevenir enfermedades de
transmisión sexual (como la sífilis, la gonorrea y, a partir de las últimas
décadas del siglo XX, el SIDA), por lo que ha habido y sigue habiendo una amplia
propaganda a favor del uso del condón (o preservativo).
Resulta obvio que el hedonismo ha buscado en el pasado (con modos más o menos
eficaces, algunos sin ninguna base científica seria) como en el presente
desligar el disfrute de la sexualidad de cualquier posible embarazo que sería
visto como una “daño” y un impedimento a futuras experiencias de placer, sobre
todo por las muchas responsabilidades que surgen tras el nacimiento de un hijo,
tanto en la vida matrimonial como en la situación en la que se encuentran muchas
mujeres no casadas.
Hay que recordar que el deseo de lograr el “sexo sin hijos”, como muestra la
experiencia, lleva no sólo a promover métodos anticonceptivos “seguros” y
eficaces, sino que alimenta la mentalidad a favor del aborto para “solucionar”
la situación en los casos en que se produzca un embarazo a pesar de los
esfuerzos realizados para que no iniciase.
En resumen, la píldora anticonceptiva tiene un importante aliado en mentalidades
que buscan promover el mayor grado de placer con el menor daño posible. Pero
surge entonces la pregunta: ¿es el placer un criterio correcto para juzgar la
bondad o la maldad de los actos humanos? ¿No podemos, más bien, reconocer que el
hombre y la mujer están abiertos a otros horizontes de bien que les permite ver
la llegada de cada hijo como un don y una auténtica fuente de plenitud personal?
Sólo desde una superación del hedonismo y de sus ramificaciones en la revolución
sexual y en ciertos grupos feministas será posible no sólo evidenciar la
distorsión antropológica que se esconde en el uso de métodos anticonceptivos,
sino acoger y aceptar las dimensiones más ricas y completas de la sexualidad
humana abierta a la transmisión de la vida.