Jornada Mundial de la Juventud: 25 años de historia

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

Los jóvenes que celebraron en 1986 la I Jornada Mundial de la Juventud ya son adultos. Han pasado, desde entonces, muchos años. Aquellos jóvenes han formado sus propias familias, se han introducido en el mundo del trabajo, o han dado un sí particular a Cristo en la vocación sacerdotal o en la vida consagrada.

 

Juan Pablo II inició la I Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Roma el año 1986, después de las celebraciones con motivo del Año Internacional de la Juventud que tuvieron lugar en 1985.

 

Las JMJ se organizaron a distintos niveles, diocesano e internacional, y tuvieron sus momentos más impresionantes en los encuentros mundiales.

 

La memoria recorre, a través de los eventos “mayores” (mundiales), parte de la geografía de la fe. Tras el encuentro “precursor” en Roma (1985), podemos recordar cómo Europa se renovó y movilizó, en sus jóvenes, durante las jornadas mundiales de Santiago de Compostela (1989), Czestochowa (1991), París (1997), Roma (2000) y Colonia (2005). La XXVI Jornada mundial de la Juventud será nuevamente europea: se tendrá en Madrid, del 16 al 21 de agosto de 2011.

 

El continente de la esperanza, América, tuvo sus encuentros mundiales en Buenos Aires (1987), Denver (1993) y Toronto (2002).

 

Asia se vistió de juventud católica en Manila (1995), mientras que Oceanía reunió a jóvenes de todo el mundo en Sydney (2008).

 

Queda, para un futuro que esperamos no muy lejano, la hora de que también África acoja y celebre un encuentro mundial que los jóvenes viven con especial intensidad.

 

Este año 2010 la Iglesia celebra la XXV Jornada Mundial de la Juventud, a nivel diocesano, y con la misma ilusión y esperanza de aquellos jóvenes que, en 1985 (la jornada precursora) y en 1986, daban inicio a una experiencia de condivisión y de apertura.

 

Benedicto XVI, en su mensaje para la Jornada de 2010, explica el valor y sentido de estos encuentros. Al inicio de su mensaje, dice:

 

“Este año celebramos el 25 aniversario de la institución de la Jornada Mundial de la Juventud, querida por el Siervo de Dios Juan Pablo II como una cita anual de los jóvenes creyentes de todo el mundo. Fue una iniciativa profética que ha dado abundantes frutos, ofreciendo a las nuevas generaciones la oportunidad de encontrarse, de ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, de descubrir la belleza de la Iglesia y de vivir experiencias fuertes de fe, que han llevado a muchos a la decisión de entregarse totalmente a Cristo”.

 

El Papa hoy, como hace 25 años, mira a los jóvenes con esperanza, y les invita a renovar esa esperanza en los momentos de dificultades y pruebas que vive el mundo moderno. En el mensaje antes citado, Benedicto XVI ofrecía una idea que sirve de reto para todos, jóvenes y no tan jóvenes:

“A veces se puede tener la sensación de impotencia frente a las crisis y a las desorientaciones actuales. A pesar de las dificultades, ¡no os desaniméis, ni renunciéis a vuestros sueños! Al contrario, cultivad en el corazón grandes deseos de fraternidad, de justicia y de paz. El futuro está en las manos de quienes saben buscar y encontrar razones fuertes de vida y de esperanza. Si queréis, el futuro está en vuestras manos, porque los dones y las riquezas que el Señor ha puesto en el corazón de cada uno de vosotros, moldeados por el encuentro con Cristo, ¡pueden ofrecer la autentica esperanza al mundo! La fe en su amor os hará fuertes y generosos, y os dará la fuerza para afrontar con serenidad el camino de la vida y para asumir las responsabilidades familiares y profesionales. Comprometeos a construir vuestro futuro siguiendo proyectos serios de formación personal y de estudio, para servir con competencia y generosidad al bien común”.

 

Han pasado ya 25 años desde que Juan Pablo II pusiera en marcha “una iniciativa profética”. La Iglesia sigue en camino, con hombres y mujeres de todas las edades y culturas. Entre ellos brilla, con una luz particular y sencilla, la presencia y la mirada de Jesucristo, que hace 2000 años vino a los suyos, dio su vida por nosotros, y abrió horizontes de vida eterna.