Anticonceptivos y mentalidad eugenésica
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Resulta normal que los esposos deseen que sus hijos sean
sanos. En cierto sentido, ese deseo, bueno y legítimo, nace del amor que lleva a
buscar lo mejor hacia el ser amado. Pero es posible que tal amor sufra heridas
de cierta gravedad si lleva a excluir a los hijos no sanos hasta el punto de
abandonarlos o, peor todavía, de provocar su muerte a través del aborto.
Fuera del ámbito familiar, también es bueno y legítimo que la sociedad desee el
nacimiento de hijos sanos. Tal deseo, sin embargo, puede distorsionarse y
ofrecer las bases para la mentalidad eugenésica, desde la cual algunos buscan
caminos para imponer sistemas anticonceptivos a ciertas categorías de personas,
y llegan a promover (u obligar) la esterilización de grupos concretos de seres
humanos.
Si miramos al mundo antiguo, encontramos que tanto Platón como Aristóteles
ofrecieron ideas y sugerencias más o menos precisas (dentro de los límites de
los conocimientos de su tiempo) para evitar concepciones y nacimientos de niños
deformes.
En el mundo moderno también está presente la mentalidad eugenésica. Entre los
que la han promovido encontramos el nombre de Darwin, una dimensión poco
conocida del famoso padre del evolucionismo.
Charles Darwin (1809-1882), al final de su obra The Descent of Man and Selection
in Relation to Sex (en español, El origen del hombre y la selección en relación
con el sexo, publicada en 1871), se extrañaba de que en las granjas se
seleccionara con técnicas más o menos eficaces (para aquella época) a los
mejores animales a la hora de lograr nuevas concepciones, y de que no se hiciera
algo parecido entre los seres humanos.
Con esas palabras, insinuaba, tímidamente, que sería oportuno encontrar maneras
eficaces para lograr en el mundo humano buenos nacimientos (de sujetos sanos), y
evitar los malos.
Una de las principales promotoras de la píldora anticonceptiva, Margaret Sanger
(1879-1966), hizo suyo el eugenismo, al proponer acciones concretas para que se
impidiese el nacimiento de hijos en ciertas categorías de personas que podrían
empeorar la raza (por ejemplo, los enfermos mentales, los criminales, las
prostitutas, etc.).
La mentalidad eugenésica se desarrolló y se consolidó con la elaboración de
nuevas técnicas de esterilización. Hubo países que aplicaron, en diversos
momentos del siglo XX, programas concretos para esterilizar a miles de personas
de determinadas categorías (dementes, subnormales, etc.), en muchos casos sin el
consentimiento de los interesados o de sus familiares.
Es especialmente conocido el caso de la Alemania nazi y sus planes de
esterilizar e incluso promover el aborto para ciertas razas o para grupos
concretos de seres humanos. Pero también hay que recordar las miles de
esterilizaciones que se llevaron a cabo en Estados Unidos o en Suecia durante el
siglo XX. En este último país, se calcula que fueron esterilizados, entre 1935 y
1996, unos 230 mil minusválidos y personas declaradas “asociales”.
En algunos países la mentalidad eugenésica se ha consolidado en modos de actuar
que llevan a acoger a los sanos y “mejores”, mientras que son rechazados o
eliminados los enfermos e “inferiores” antes de nacer, si bien hay que reconocer
serios esfuerzos por mejorar la reinserción social de los hijos no sanos una vez
que han nacido. Para que no haya más hijos enfermos o discapacitados, se buscan
medios concretos que impidan la concepción (aquí entrarían los anticonceptivos)
o incluso el aborto si ya inició la vida de un ser humano declarado
“defectuoso”.
Para conocer la situación respecto a los abortos mal llamados eugenésicos,
ayudaría mucho tener buenas estadísticas sobre los embriones y fetos abortados
por tener ciertas anomalías genéticas o deformaciones físicas. En muchos de esos
casos se usa un eufemismo lleno de falsedad: se habla de “abortos terapéuticos”.
Sabemos, en realidad, que nunca puede ser considerado un acto terapéutico el que
implica eliminar al paciente para decir que así hay menos enfermos...
Todo lo dicho se aplica, como dijimos, a la anticoncepción, en cuanto se pide o
se sugiere a las parejas que pueden tener un hijo con defectos más o menos
serios (o simplemente con características no deseadas) que eviten su concepción.
Ello se persigue de un modo radical a través de la esterilización irreversible,
pero también con el uso de anticonceptivos, que permiten a cada miembro de la
pareja, en caso de viudez o de ruptura, mantener disponible la propia fecundidad
para futuras relaciones sexuales con otras personas.
La mentalidad eugenésica no se ha limitado a la esterilización, al uso de
anticonceptivos y al aborto. Con el recurso a diversas técnicas de fecundación
artificial resulta posible conocer el ADN de los hijos a través del diagnóstico
preimplantatorio. Aquellos embriones que serían sanos tendrán mayores
posibilidades de ser escogidos y transferidos al seno materno. Los que sean
declarados defectuosos serán, en la mayoría de los casos, abandonados o
destruidos.
La esterilización de personas “imperfectas”, el aborto selectivo de hijos “sin
cualidades”, el uso de la fecundación artificial y de los diagnósticos
prenatales o preimplantatorios con fines eugenésicos, son el último fruto de una
larga tradición: la de quienes buscan conseguir un hijo según sus deseos a base
de impedir la concepción o el nacimiento de los hijos que no lleguen a
satisfacer esos deseos