Píldora anticonceptiva, economía y explosión demográfica
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
La píldora anticonceptiva
tiene tras de sí una amplia base ideológica que explica tanto su difusión a
partir de 1960 como las diversas transformaciones que ha sufrido desde entonces.
Son varios los filones que sostienen esa base ideológica. Vamos a considerar
ahora uno, que surge del deseo de controlar el número de hijos para evitar
situaciones económicas y demográficas consideradas por algunos como peligrosas.
La idea de que el nacimiento de muchos hijos aumenta la pobreza y provoca serios
problemas económicos es bastante antigua. En cierta manera, es una experiencia
espontánea dentro de muchas familias, que perciben el inicio de cada embarazo
como “problemático”, pues hay que ajustar los espacios en la casa, calcular
nuevos gastos, ver cómo dar comida, vestido y educación al que llega y a los ya
nacidos, etc.
Junto a la experiencia espontánea, en el pasado ha habido pensadores que han
visto la elevada natalidad como una causa del empobrecimiento general de los
pueblos. Platón, por ejemplo, lanzó la señal de alarma ya en el siglo IV a.C.,
al indicar que una ciudad con exceso de población no sería capaz de organizarse
de modo correcto.
En el mundo moderno la idea de que el aumento de la población lleva a un aumento
de pobreza y genera conflictos sociales encontró a un defensor decidido en
Malthus.
Thomas Robert Malthus (1766-1834) era un pastor anglicano que realizó diversos
estudios de tipo económico. Su idea de fondo es muy sencilla: mientras la
población crece de modo geométrico (2, 4, 8, etc.), la producción de alimentos
sólo consigue crecer aritméticamente (1, 2, 3, etc.).
En pocas palabras: el aumento de población es mucho más rápido que la producción
de alimentos y bienes de consumo, por lo que, de no controlarse el número de
hijos, sería inevitable un periodo de hambres, tensiones y guerras entre los
grupos humanos.
No es el caso analizar los puntos de interés y los errores de esta teoría. La
realidad es que las ideas de fondo de Malthus (a más gente menos comida y más
tensiones) se han difundido y reformulado de diversas maneras.
Como dato indicativo, podemos recordar que uno de los primeros autores de la
bioética, Van Rensselaer Potter (1911-2001), consideraba que el aumento de la
población y el desarrollo económico iban a generar guerras por el control del
agua y de las fuentes de energía, y al final se haría prácticamente imposible la
supervivencia de los seres humanos en el planeta.
En 1968, y como parte de la mentalidad antinatalista, Paul Ehrlich publicó un
libro titulado The Population Bomb, que hablaba del tema demográfico como si se
tratase de una peligrosa bomba. En una entrevista publicada muchos años después,
en 2009, Ehrlich volvió sobre sus ideas y las resumió de un modo simplificado y
alarmista, al comparar a los seres humanos con las moscas: “Somos como moscas de
la fruta. Una mosca llega a un grupo de plátanos, pone huevos y causa una
explosión demográfica. Cuando la población colapsa porque hay demasiadas moscas
algunas hembras se van a otro grupo de plátanos. Pero aquí no tenemos dónde ir.
Ése es nuestro dilema” (El País, 6 de noviembre de 2009).
Las ideas de Malthus, de Potter, de Ehrlich y de otros autores siguen en pie y
se discuten a distintos niveles. No es infrecuente escuchar a gente común que
habla de que somos demasiados, de que el hambre seguirá o incluso aumentará si
los pobres tienen muchos hijos, etc.
A nivel internacional, conferencias mundiales sobre la población, como la de El
Cairo (1994), se han convertido en un auténtico campo de batalla entre quienes
deseaban imponer medidas drásticas (especialmente a través de una mayor difusión
de los anticonceptivos e incluso del aborto) para controlar la “explosión
demográfica”, y quienes consideraban que lo importante no era invertir en
sistemas antinatalistas sino en educación y en una buena distribución de los
bienes materiales para lograr un desarrollo equilibrado y erradicar en buena
parte el hambre y la miseria en el mundo.
Las ideas que presentan a los nuevos hijos como enemigos del desarrollo han sido
aplicadas de modo dramático e impositivo por las autoridades en China, con la
tristemente famosa política del hijo único. Se trata de un proyecto de
“ingeniería social” que muestra hasta qué punto una ideología puede llegar a
convertirse en camisa de fuerza impuesta por grupos de poder a grandes masas de
población.
Podemos añadir que ciertas asociaciones afines al ambientalismo y grupos que se
preocupan por el “cambio climático”, promueven también acusaciones graves sobre
el “exceso” de población y piden una fuerte reducción del número de nacimientos.
No han faltado propuestas en esa línea durante la conferencia mundial sobre el
clima que tuvo lugar en Copenhague en diciembre de 2009.
En resumen, la idea de que “somos demasiados”, asociada al lema, usado en
algunos países, de que “la familia pequeña vive mejor”, ha tenido y sigue
teniendo un peso muy importante en la difusión de la mentalidad anticonceptiva.
También ha fomentado la mentalidad a favor del aborto, visto como “solución”
para aquellos casos en los que los métodos anticonceptivos hubieran fracasado y
una mujer iniciase un embarazo no deseado por ella o por quienes tienen
autoridad sobre ella, sea el propio esposo, la familia, el jefe de trabajo o
incluso los gobernantes de turno.