Más allá del cansancio
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
El cansancio nos llega a todos. Porque
las fuerzas físicas son limitadas. Porque los años no perdonan. Porque desgasta
la lucha contra el mismo defecto sin llegar a erradicarlo. Porque duele sentirse
sólo ante los deberes de cada día. Porque la victoria no acaba de llegar. Porque
el horizonte se cubre de tinieblas.
Cuando el cansancio
entra en el corazón, la voluntad queda casi paralizada. Falta esa energía para
dar un nuevo paso, para empezar otra vez, para ayudar a quien lo pide a pesar de
tantos desengaños, para pedir perdón porque las pasiones nos llevaron al pecado,
para mirar al cielo e implorar la gracia.
Pero si miramos a
Cristo, si nos dejamos mirar por Él, si lo sentimos a nuestro lado como Amigo,
como Salvador, como Señor, como Misericordia encarnada, podemos superar el
cansancio y emprender de nuevo la lucha.
Es entonces cuando,
más allá del cansancio, una madre o un padre vuelven a acoger al hijo drogadicto
para darle una nueva oportunidad.
O cuando un hijo o
una hija renuevan sus esfuerzos para cuidar con ternura a sus padres enfermos.
O cuando un pecador
habitual, que cae una y otra vez en la misma falta, regresa al confesionario
para invocar el perdón y la ayuda de Dios en el sacramento de la penitencia.
O cuando el
contemplativo o la contemplativa rompen el hielo del desgaste interior para orar
con más fuerzas por la conversión del mundo, por la paz y la justicia en los
corazones, por la victoria de la Cruz en las sociedades.
Dios está siempre a
nuestro lado. Más allá del cansancio podemos emprender el camino, mirar al
cielo, introducir los ojos del alma en nuestra condición de bautizados, y volver
a dar un paso nuevo.
Así podremos hablar
con Cristo desde lo más hondo de nuestro corazón: “Señor, si eres Tú, mándame ir
donde ti sobre las aguas (cf. Mt
14,28), sobre el cansancio, sobre la penas, sobre los miedos, sobre el desgaste.
Mándame dejar mi egoísmo y vivir siempre al servicio de mis hermanos, con esa energía que Tú pones en cada corazón, mientras avanzamos hacia el abrazo eterno que espera a los esforzados en el Reino de los cielos”.