Tanto esfuerzo, ¿para qué?
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Un universitario se
mata para culminar la carrera de ingeniero con resultados excelentes. Consigue
el título y un premio especial. Pasan los meses, y nadie le contrata. Al final
se resigna a aceptar un aburrido trabajo como archivero de una biblioteca. Tanto
esfuerzo, ¿para qué?
Una joven lucha día tras día para conquistar el corazón de un joven. Después de
años de diálogos, cartas, citas, llega el gran momento de la boda. A las pocas
semanas, ella descubre que su esposo vive sólo para sí, que es perezoso, que la
había engañado. Tanto esfuerzo, ¿para qué?
Un deportista hace cientos de ejercicios y acepta dietas muy exigentes. La
disciplina ha desarrollado sus fuerzas físicas y le ha dado esperanza para
conquistar medallas en las próximas semanas. Pocos días antes de participar en
un campeonato sufre un accidente y su pierna derecha queda dañada para siempre.
Tanto esfuerzo, ¿para qué?
Un empresario trabaja día y noche para aumentar su capital. Estudia, analiza,
discute, decide sus inversiones. El dinero se acumula hasta cifras importantes
en la cuenta bancaria. Cuando cree que va a poder disfrutar de unos años felices
y asegurados, le diagnostican un cáncer maligno y acelerado. Tanto esfuerzo,
¿para qué?
La vida humana es una sucesión de trabajos y de luchas por conquistar nuevas
metas. Sin objetivos nadie haría nada. Pero cientos de imprevistos malogran
muchos sueños y hacen inútiles los mejores esfuerzos de tantos y tantos hombres
y mujeres del planeta.
Es cierto, no hay que ser pesimistas, que muchos logran sus objetivos y que
también llegan a disfrutar por meses, por años, de sus conquistas. Pero los
“vencedores” tienen que reconocer que, tarde o temprano, todo termina en esta
tierra frágil.
Sólo hay un esfuerzo que vale la pena y que produce siempre “beneficios”
seguros: el que hacemos para amar a Dios y a los hermanos. Lo demás es siempre
inseguro y, muchas veces, engañoso. El amor, en cambio, no engaña, porque abre
los corazones a lo mejor de nosotros mismos y a las riquezas que hay en nuestros
semejantes.
El amor triunfa siempre. Por eso, tiene sentido todo esfuerzo hecho para crecer
en el amor, también a través de estudios y trabajos costosos, no siempre
confortantes, pero que valen la pena más allá de los fracasos si han surgido
desde el amor y hacia el amor.