Dedicar mi tiempo para Dios
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
La vida nos ha
llenado de tareas y trabajos. El corazón siente deseos de hacer mil cosas. Para
muchos, no queda tiempo para Dios.
El tiempo, es
verdad, pasa sin que podamos hacer nada por detener su marcha. Pero también es
verdad que el presente está en mis manos, que ahora decido qué hago, qué pienso,
en estos instantes fugitivos.
Las obligaciones
del trabajo, el necesario cuidado de la salud, la higiene del cuerpo, el deporte
equilibrado, las distracciones sanas, la lectura de la prensa, la información
que llega continuamente a las puertas de mis ojos: son ocupaciones buenas, tal
vez necesarias, pero que no pueden apartarme del centro: existo porque Dios me
ama, existo para llegar a Dios.
Por eso, lo mejor
de mi tiempo debo destinarlo a Dios. Buscaré, entonces, unos minutos para leer
su Evangelio, donde encuentro palabras de vida eterna. Participaré en los
sacramentos, especialmente en la misa dominical donde me uno a Cristo desde la
fe común de la Iglesia; y en el sacramento de la confesión, donde el perdón
limpia mis pecados y me da fuerzas para la lucha de cada día. Rezaré, en la
mañana, en la noche, en momentos fugaces en medio de las prisas de
No siempre puedo
hacer lo que deseo. Pero muchas veces lo que hago sale de lo más profundo de mi
alma. Si mi corazón está inquieto y disperso, haré cosas que me distraigan, que
ocupen mi tiempo, pero perderé el rumbo que lleva a lo bueno, a lo eterno, a lo
verdadero. Si mi corazón está centrado, si he descubierto lo mucho que Dios me
ama y lo mucho que ama a cada ser humano, mis deseos y mis realizaciones irán a
lo único importante, me llevarán al cielo verdadero.
Dios me concede un nuevo
día. Con su ayuda, con su gracia, con su amor, puedo emplear bien mi tiempo,
puedo gastar mi vida para amar a Dios y a mis hermanos.