“Dignitas personae”: un sí a la vida

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

El 12 de diciembre de 2008 era publicada la instrucción “Dignitas personae”, un documento sobre biomedicina preparado por la Congregación para la doctrina de la fe. Vale la pena recordarlo al cumplirse un año de esa fecha.

¿Qué buscaba la Iglesia al publicar esta instrucción? Por un lado, pretendía destacar la importancia de la dignidad personal de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural.

Sólo cuando reconocemos la dignidad de la persona podemos iluminar con criterios éticamente correctos el mundo de la tecnología biomédica y de la investigación, para que el desarrollo científico pueda dejarse acompañar por principios sin los cuales descubrimientos potencialmente muy valiosos pueden convertirse en enemigos de la vida o de la salud de algunos seres humanos.

Por otro lado, la “Dignitas personae” reproponía y actualizaba la doctrina presentada en otra instrucción, titulada “Donum vitae” (del 2 de febrero de 1987), en la que se exponían los criterios de la Iglesia católica respecto de la fecundación artificial y de algunas técnicas aplicadas sobre seres humanos en las etapas iniciales de su existencia.

Pasados más de 20 años de la “Donum vitae”, y ante los continuos progresos técnicos y los nuevos problemas suscitados especialmente en las intervenciones sobre el inicio de la vida humana, hacía falta una nueva reflexión de la Iglesia, que afrontase “algunos problemas recientes a la luz de los criterios enunciados en la Instrucción Donum vitae” y que examinase “nuevamente otros temas ya tratados que necesitan más aclaraciones” (“Dignitas personae” n. 1).

El camino realizado para llegar a la “Dignitas personae” fue largo e implicó a un elevado número de personas. Se recogieron en el texto investigaciones y estudios llevados a cabo por la Academia Pontificia para la Vida; también fueron integradas ideas de importantes documentos eclesiales, entre los que destacan las encíclicas “Veritatis splendor” (1993) y “Evangelium vitae” (1995) de Juan Pablo II (cf. “Dignitas personae” n. 2).

Desde el inicio, la “Dignitas personae” quiso dejar en claro el aprecio de la Iglesia hacia la ciencia, vista “como un valioso servicio al bien integral de la vida y la dignidad de cada ser humano” (“Dignitas personae” n. 3). Al mismo tiempo, pidió que los resultados de los nuevos descubrimientos fuesen ofrecidos también a quienes trabajan en las zonas más pobres del planeta, y a quienes sufren de modo más directo a causa de numerosas enfermedades.

La Iglesia quiere acompañar a cada persona que sufre, según un hermoso texto de Juan Pablo II (citado en “Dignitas personae” n. 3) en el que se afirmaba que “la vida vencerá... Sí, la vida vencerá, puesto que la verdad, el bien, la alegría y el verdadero progreso están de parte de la vida. Y de parte de la vida está también Dios, que ama la vida y la da con generosidad” (Juan Pablo II, discurso del 3 de marzo de 2001).

En su introducción, el documento de 2008 explicaba cuáles eran las partes en las que estaba dividido: “la primera recuerda algunos aspectos antropológicos, teológicos y éticos de importancia fundamental; la segunda afronta nuevos problemas relativos a la procreación; la tercera parte examina algunas nuevas propuestas terapéuticas que implican la manipulación del embrión o del patrimonio genético humano” (“Dignitas personae” n. 3).

La lista de argumentos afrontados en “Dignitas personae” es amplia. Podemos recordar algunos, que tienen gran relieve en el mundo de la bioética: la fecundación artificial (sobre todo, FIVET e ICSI), la congelación y el abandono de embriones, la congelación de óvulos, la reducción embrionaria, el diagnóstico preimplantatorio, algunas técnicas abortivas precoces (como la píldora del día después y la RU486), la terapia génica, la clonación humana, las células madre (obtenidas desde adultos o desde embriones).

“Dignitas personae” fue y sigue siendo un decidido sí a la vida humana. Que, en el fondo, es un sí a lo mejor del hombre a la hora de optar y de actuar en el mundo de la medicina y de la investigación, si sabe respetar la dignidad humana, especialmente de los más pequeños e indefensos: los embriones en las primeras etapas de su desarrollo.