Superpoblación, ¿mito o realidad?
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
Desde hace más de 40 años
corre la voz de que en el mundo hay demasiados seres humanos, de que cada día
nacen más hijos, de que pronto no habrá comida para todos, de que estamos cerca
de una catástrofe planetaria. Sin embargo, la situación no es tan sencilla como
algunos la presentan, ni el catastrofismo tiene un fundamento real para
pretender asustarnos a todos.
Los datos, aparentemente,
pueden apoyar las ideas “catastrofistas”. Hacia el año 1820 vivían sobre la
tierra 1000 millones de habitantes. Esta cifra se duplicó 110 años después, en
1930, mientras que la siguiente duplicación se produjo sólo 47 años después, en
1977. Para el año 2008, según se calcula, seríamos más de 6700 millones de
personas. Y muchos hombres y mujeres padecen hambre, sufren tremendas
enfermedades, no tienen acceso a agua potable...
Ante este panorama no es
de extrañar que los “catastrofistas” propongan que hay que frenar, cueste lo que
cueste, el crecimiento de población, si es que no hay quien sueña con una
drástica reducción del número de los humanos sobre la tierra.
En esta
perspectiva, el director de una importante revista ecologista, David Foreman,
dijo que la llegada del SIDA no era un problema, sino una solución natural para
resolver el problema de
Más de 40 años de
propaganda sobre la “explosión demográfica” han dejado una huella muy honda en
nuestra manera de pensar. En este sentido, conviene recordar a Paul Ehrlich,
autor del famoso libro “The Population Bomb” (La explosión demográfica),
publicado en 1968.
Ehrlich, biólogo de
la Universidad de Stanford, llegó a la conclusión de que en la tierra somos
demasiados, hay pocos alimentos y el planeta se encuentra en un estado de
agonía. Como solución, propuso serias medidas de control de población, incluso
con métodos represivos. En una entrevista publicada por
El País (6 de noviembre de
2009) puso como ejemplo “demográfico” a China, y comparó a los seres humanos con
las moscas: “Somos como moscas de
El mismo año en el que
Ehrlich publicaba su famoso libro sobre la explosión demográfica, nacía el “Club
de Roma”, fundado entre otros por Aurelio Peccei, un economista italiano que
defendió tenazmente las ideas del control demográfico y la tesis del
“crecimiento sostenible”. Una bella palabra que no pocas veces es usada como
bandera para promover el aborto, la esterilización y otros métodos para que los
países pobres no causen problemas a los deseos y proyectos de algunas personas
de los países ricos...
Estas ideas y otros
factores han logrado ciertos resultados. La natalidad mundial ha descendido de
modo notable. Si en 1970 la tasa de fertilidad era de 4,48 hijos por mujer, en
2005 se situaba alrededor de los 2,6 hijos por mujer. En algunos países de
Europa, este número baja a 1,2 hijos por mujer, como son los casos de Italia y
España. Es decir, en estos dos países (no son los únicos) no solamente no hay
crecimiento de población, sino que en muy poco tiempo se va a iniciar un proceso
de despoblación. En Rusia, donde la tasa de fertilidad era de 1,4 hijos por
mujer en 2008, se espera una fuerte disminución de la población en los próximos
50 años.
Hay quienes ya han dado
la señal de alarma por la situación de algunos países del mundo occidental, pues
la economía no funciona si no hay niños ni jóvenes. Otros han optado por una
“solución” que es como esconder la cabeza debajo del ala: es mejor tener
animales en casa que no hijos...
Decir que el exceso
de la población es el origen de los problemas y males de la humanidad y de la
ecología no corresponde a
Las principales zonas de
miseria y de hambre del mundo africano son aquellas que tienen fuertes problemas
de sequía o que viven en continuos conflictos bélicos. En América, Bolivia, uno
de los países más pobres, tiene sólo 7 habitantes por kilómetro cuadrado.
Ciertamente, hay países altamente ricos con densidades no muy altas, y otros
países con bastante pobreza con densidades de población más altas. Lo que está
claro es que la pobreza no puede venir “sólo” de un exceso de población. En
algunos casos, incluso, la pobreza puede nacer de la falta de población.
Tampoco el exceso de
población es la causa de los problemas ecológicos, sino que los daños
ambientales surgen desde el abuso de muchos medios de subsistencia y de algunas
técnicas productivas. Hay zonas del planeta con muy alta densidad de población
que son un ejemplo de limpieza, orden y cuidado de los bosques, parques, etc.
Hay zonas semidesérticas y con muy baja densidad de población en la que los
incendios, la basura y los residuos dañan enormemente no sólo a las plantas y
los animales, sino a los mismos seres humanos.
La conclusión es
clara: la pobreza no es debida a que “sobren” seres humanos, sino a la mala
distribución de los bienes de
Benedicto XVI, en la
encíclica “Caritas in veritate” (n. 45), recordaba lo siguiente:
“La
apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica.
Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y
a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo
florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de
decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema
crucial para las sociedades de mayor bienestar. La disminución de los
nacimientos, a veces por debajo del llamado «índice de reemplazo generacional»,
pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes,
merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros
necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores
cualificados y disminuye la reserva de «cerebros» a los que recurrir para las
necesidades de la nación”.
El tema de la población
mundial debe ser estudiado con más atención, sin propagandas huecas ni
alarmismos histéricos. Pero siempre hay que acompañar estos estudios con otros
paralelos sobre la justicia y la producción económica. Allí donde haya un ser
humano necesitado debe surgir el interés y el apoyo de todos los que puedan
hacer algo por él. La pobreza, el hambre, la contaminación, surgen cuando
acciones egoístas abandonan a su suerte a los demás, y algunos buscan su propio
bienestar sin preocuparse casi nada por las consecuencias de sus actos.
La solución a la
pobreza en Africa, en Asia y en algunos lugares de América no está en la
distribución de preservativos, en la esterilización de hombres y mujeres ni en
el aborto para que no nazca nadie fuera de los programas establecidos (como se
hace en China, y no sólo en China). Está en la solidaridad, la educación,
¿Una utopía? Al menos un
sueño y un reto para todos los que no queremos vivir bajo el peso del pesimismo
catastrofista de unos pocos, sino desde la esperanza que permitió nuestro
nacimiento y desde el cariño que nos ofrecieron y nos siguen ofreciendo tantas
personas buenas.