Sobre todo, es hijo

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

 

Intentamos convencer a una mujer para que no aborte. Le hablamos de la maravilla de la vida humana, del inicio de un camino que es mucho más grande que simples datos biológicos. Le enseñamos una ecografía: cómo es el embrión que lleva dentro de sus entrañas. Le explicamos que no es una parte de su cuerpo, sino un ser distinto.

Pero los argumentos chocan, en ocasiones, contra un muro. Porque esa mujer no piensa en la dignidad ni en el valor humano del ser que existe en su interior. Piensa, más bien, en sus problemas, en sus dificultades, en sus miedos, en las presiones que otros ejercen sobre ella.

Por eso es urgente remover esos obstáculos. Hay que encontrar caminos para ayudarla a llevar adelante el embarazo. Hay que ofrecer ayudas concretas para que tras el parto sea posible la mejor atención para ella y para el recién nacido. Hay que afrontar y denunciar mentalidades que buscan imponer el aborto a la mujer, sobre todo si se encuentra en una situación de especial fragilidad.

La ayuda decisiva, la más profunda, consiste en llevarla a reconocer y aceptar que ella ya es madre, y que es madre de un hijo.

La mujer sabe abrirse a la misión de ser madre cuando la ve no como un peso ni como una serie de obligaciones serias, tal vez difíciles, sino como una llamada a su plenitud como ser humano, como persona. Necesita por eso aprender a vivir su vocación al amor y a la acogida.

Es bueno, es necesario, decir y explicar que con la concepción inicia una nueva vida humana, empieza a existir un hombre o una mujer. Pero sobre todo es bueno, es necesario, ver al embrión, al feto, como hijo. Vale la pena recordarlo, como un camino eficaz y concreto para superar la mentalidad abortista y para promover actitudes profundas que llevan a amar, a ayudar, a proteger y a dar lo mejor de uno mismo para la defensa y la protección de alguien tan cercano, tan íntimo, tan “mío”: el propio hijo.