Reflexiones de un periodista

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

 

Juan tomó entre las manos su último artículo. Iba a enviarlo al periódico y a internet, pero le vinieron a la mente reflexiones que le dejaron pensativo.

“Siempre me alegro al concluir un trabajo. La alegría es mucho mayor si lo aceptan, lo publican, lo leen, lo aprecian, lo discuten, lo hacen objeto de atención.

Es el gran deseo de todo escritor, de todo periodista: llegar a ser leído, dejar ideas en los corazones y en las mentes de otros.

También los comentarios negativos me estimulan: si alguien critica mis ideas es porque ha leído mi trabajo.

Lo peor, en cambio, es el silencio. Tal vez el artículo fue aceptado y publicado (lo cual ya es mucho). Pero no recibo ni aplausos ni reproches. El trabajo pasa indiferente, la idea parece no haber llegado a nadie. Siento a mi alrededor un vacío asfixiante.

Pero, ¿escribo para ser escuchado, para ser tenido en cuenta? ¿Es la meta de mis artículos recibir comentarios, ser votado, ver cómo crece el número de “hits” de lecturas en internet?

¿No estaré traicionando mi vocación de escritor, de periodista? ¿No habré perdido el norte de mi existencia?

Es cierto: resulta extraño escribir para el vacío. El articulista depende de los lectores como el pulmón depende del oxígeno.

Pero no puedo reducir mi vida a lo que hagan y lean otros, ni puedo considerarme “realizado” sólo según lo que los lectores hagan y piensen al ver el título y las ideas de mi artículo.

En el fondo, tengo que confesar que vale mucho más el contenido que la forma, la idea que la imagen, la verdad dura que la apariencia atractiva, aunque lo segundo tiene su importancia, sobre todo en el mundo moderno.

Si por buscar la aceptación del público, si por el deseo de ser tenido en cuenta, pierdo lo esencial y ofrezco sólo lo que brilla y atrae a los ojos y a la fantasía, habré traicionado no sólo mi condición de periodista, sino también lo más profundo de mi identidad humana.

Quizá, entonces, sea el momento para juzgar severamente estas cuartillas. Sólo valen si ofrecen algo verdadero, también con un cierto nivel estético (no somos inteligencias puras). Valen si llegan a los corazones y los orientan hacia lo bueno. Valen si me unen a otros, aunque sean pocos, aunque no ofrezcan comentarios, en ese continuo caminar humano que inicia en el tiempo y que nos conduce hacia lo eterno”.