Hitos decisivos de la historia humana
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
No es un hito decisivo la llegada del hombre a la Luna, por más que nos maraville contemplar una y otra vez los primeros pasos de los astronautas en la superficie lunar.
No es un hito decisivo el descubrimiento de la penicilina, aunque gracias a ella se hayan podido “salvar” millones de vida.
No es un hito decisivo el aprovechamiento de las energías encerradas en los átomos, aunque esas energías sirvan para hacer funcionar centrales nucleares o para amenazar al mundo con bombas asesinas.
No es un hito decisivo la aplicación de la fecundación artificial al hombre, por más que esa técnica, contraria a los principios básicos de la ética, haya permitido el nacimiento de cientos de miles de hijos.
Tantos hechos de la historia han sido presentados como grandiosos, como decisivos, como entusiasmantes (o aterradores). Pero el hecho que más importa, el hecho verdaderamente decisivo para cada ser humano, es el de la propia muerte.
En ella una existencia humana termina su recorrido temporal y pasa al mundo de lo eterno. Afronta un juicio, responde de sus actos a Dios: queda decidido su futuro para siempre.
La muerte es el auténtico hito decisivo para cada uno de los seres humanos. Porque la penicilina puede darnos unos cuantos años “extra” de vida, pero no puede introducirnos al cielo. Porque la bomba atómica puede aniquilar del mapa a miles (o millones) de inocentes, pero no les sustituye en sus responsabilidades ante Dios. Porque la llegada de unos astronautas a la Luna puede llenarnos de una alegría más o menos profunda, pero esos astronautas, como cada ser humano, decidirán su futuro definitivo cuando les llegue el momento de la muerte.
Mientras llega ese momento, tenemos ante nosotros un presente lleno de retos y de insidias. Vale la pena aprovecharlo con seriedad, con el corazón despierto, con esperanza, con amor. Vale la pena dejarnos iluminar por Cristo, el Maestro, que es Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14,6), para que podamos llegar preparados al hito más importante en la vida de todos y de cada uno de los seres humanos.