¿Existe un antivirus contra el pecado?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

 

Descargar o actualizar el antivirus se ha convertido en una rutina obligatoria. De modo automático, o manualmente, hay que bajar los nuevos archivos de datos para que el programa antivirus proteja las computadoras (la propia y las ajenas).

Más serio, más grave, más peligroso que un virus informático es el pecado.

Es cierto que un virus puede dañar cientos, quizá miles de computadoras de particulares, de empresas, de oficinas del gobierno, de bancos, incluso de los sistemas más complejos de defensa militar de un país concreto. Puede destruir datos, enrevesar cuentas, confundir a la gente, incluso crear pánico.

Pero el virus queda allí, en lo material, en lo efímero, en el mundo electrónico. No puede llegar a las almas, no puede destruir la vida de gracia, no daña nuestra amistad con Dios ni con el prójimo.

En cambio, el pecado va a lo más profundo de la persona, a lo más íntimo de los corazones. Rompe nuestra armonía con Dios y con los hermanos, crea divisiones, aparta del amor, lleva al odio, provoca guerras, genera egoísmos, destruye esperanzas, ahoga con envidias, aniquila con lujurias, encadena con avaricias, envanece con soberbias.

El pecado es mucho más grave que cualquier virus informático. Porque pone en peligro el don de Dios a los corazones, porque “anula” los efectos de la Cruz de Cristo, porque encierra en el egoísmo, porque provoca contagios asesinos de las almas.

Por eso, todo lo que hagamos para evitar el pecado, para prevenirnos de su engaño, para apartarnos de las emboscadas del mundo, del demonio y de la carne, es mucho más importante que actualizar los sistemas antivirus.

Entonces, ¿existe un antivirus para el pecado? En cierto modo, sí: la vida de sacramentos, la confesión frecuente (por ejemplo, cada mes, y lo más pronto posible si hemos caído en algún pecado grave), la Eucaristía vivida cada domingo con fe auténtica, la oración continua, las visitas al Sagrario, el diálogo constante con el Espíritu Santo, la devoción filial hacia la Santísima Virgen.

Cristo mismo nos recomendó un antivirus insuperable: “Vigilad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,41).

Existen, por lo tanto, antivirus, y muy buenos, contra el pecado.

Para permanecer siempre muy cerca de Dios, para ser de verdad sus amigos, para colaborar como piedras vivas en la Iglesia, vale la pena todo lo que hagamos para que el pecado no nos salpique, y para que tengamos un “sistema operativo” sano y fuerte, basado en la ayuda de Dios, de la Virgen y de los santos, y en el trabajo sincero y constante de una voluntad enamorada.