¿Quiénes dirigen la historia humana?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

 

El mundo no está en manos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ni del Parlamento Europeo, ni de la Asamblea General de las Naciones Unidas, ni de la NATO, ni de la Organización de los Estados Americanos, ni de otros grandes y complejos organismos internacionales y alianzas militares.

 

El mundo no está en manos del presidente del país más poderoso del mundo, ni del partido político que dirige los destinos de la nación más poblada, ni de los Siete, Ocho, o más, estados superindustrializados.

 

El mundo no está en manos de la Banca Mundial, ni del Fondo Monetario Internacional, ni de los grandes Bancos, ni de la bolsa en sus complejos sistemas de manejar dinero.

 

El mundo no está en manos de los productores y vendedores de armas, ni de quienes en sus bases almacenan bombas atómicas suficientes para destruir varias veces el planeta.

 

El mundo no está en manos de los que controlan el comercio internacional, ni de quienes tienen las “patentes” de las semillas del futuro, ni de los que saben cuánta agua queda y por cuánto tiempo.

 

El mundo no está en manos de los científicos que inventan vacunas, que analizan el clima, que construyen teorías, que proyectan complejos y magníficos aparatos caducos y pasajeros.

 

El mundo no está en manos de los periodistas, ni de las páginas más poderosas de internet, ni de los que escriben novelas leídas por millones de personas, ni de los productores de cine.

 

El mundo no está en manos de las mafias, ni de los traficantes de droga, ni de los que hacen negocio con los secuestros, ni de las mil formas de crimen organizado.

 

El mundo ha estado, está y estará siempre en las manos de Dios. Aunque guarde silencio, aunque parezca esperar desde un “trono lejano”, aunque no sintamos su mirada, aunque no reconozcamos su presencia, aunque algunos nieguen su existencia.

 

El mundo ha estado, está y estará en las manos de Dios sobre todo cuando su Amor lo lleva a la locura de la misericordia: cuando entrega al Hijo que se encarna en una Virgen nazarena, cuando permite que sea juzgado y condenado por quienes son frágiles creaturas deslumbradas por las condecoraciones huecas de los reinos de este mundo.

 

Dios dirige la historia humana, aunque no lo sintamos, aunque no lo sepamos, aunque lo olvidemos. Junto a Dios, también son directores de la historia cientos, miles de hombres y mujeres de todos los tiempos y de todos los rincones del planeta, que saben rezar, que saben amar, que saben servir, que saben leer y vivir el Evangelio.

 

Han reconocido que “el verdadero poder es el poder de la gracia y la misericordia” (Benedicto XVI, 24 de julio de 2009). Han descubierto en Cristo al Cordero que quita el pecado del mundo y que dirige la historia humana. Lo han adorado en el gran misterio de la Eucaristía. Lo han invocado en el Sacramento de la penitencia. Lo han descubierto presente en la Iglesia, en el Papa, en los obispos y sacerdotes buenos.

 

Dios con ellos, y ellos con Dios, dirigen la historia humana. Y repiten, con la sencillez y la fuerza de los primeros cristianos: “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20).