A las puertas de tu cielo

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor) 

 

 

Cada día estamos más cerca del mundo eterno.

La vida avanza, sin frenos, sin pausas, entre momentos de alegría y penas del alma.

Las clases que iniciamos hace unos meses terminan con la velocidad del tiempo de exámenes. El trabajo comenzado con tanto esfuerzo ya es un simple recuerdo del pasado. La marcha por una montaña, entre pinos y cipreses, queda plasmada en fotografías que no consiguen detener el paso del tiempo.

Cada uno recorre una parte de la historia humana, en una ciudad concreta, con esos apellidos que recuerdan a los padres, con algunos papeles y cartas que despiertan mil recuerdos. Cada uno avanza en un camino complejo, misterioso, personal, único.

Hay quien llega a la casa paterna más temprano. Dios le invita al mundo de lo eterno, al abrazo lleno de cariño, a la vida verdadera. Otros llegan más tarde, con más heridas, con más cansancios, con más derrotas, con más lágrimas.

Quien más tiempo tiene, pudo haber hecho más bien, pudo haber difundido esperanzas y alegrías entre quienes vivían a su lado. O pudo, como tristemente ocurre a muchos, haber caído, haber dañado, haber vendido la fama o la vida de un hermano por ese egoísmo miserable que a todos nos carcome y nos amenaza.

Dios, es cierto, perdona, levanta, espera, anima, acompaña. Pero mientras, con el pasar de los días, de los meses, de los años, el corazón puede dejarse vencer por el cansancio, puede rendirse ante el primer atisbo de amenazas, puede creer que es imposible el perdón para quien está sepultado entre sus faltas.

Hoy estoy más cerca de las puertas de tu cielo. No sé cuándo llegará el momento del encuentro. Sí sé que tengo mucho fango unido a mi corazón herido, y que necesito que limpies, que cures, que llenes de esperanza mi vida, al menos en este día, en estas horas, en este momento que tengo entre mis manos.

Quiero que me corrijas, que me orientes, que me guíes, que me perdones, que me salves. A mí y a mis hermanos. Quiero seguir el camino seguro, junto a Ti, para llegar, el día que Tú elijas, a las puertas de tu cielo, con mi poco amor y con tu infinita misericordia de Padre bueno.