Riquezas y servicio

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

¿Es más generoso el que más posee? ¿Ayuda a los demás quien tiene salud, dinero, poder? ¿La generosidad depende del dinero almacenado en las cuentas bancarias?

Existe un mecanismo misterioso en el corazón del hombre. A veces, cuando más cosas se tienen, menos tiempo queda para servir.

La computadora nos ha simplificado muchas operaciones, pero puede esclavizarnos con sus muchas posibilidades.

El dinero es necesario para ayudar a los pobres, pero en ocasiones se convierte en una obsesión que nos lleva a pensar cómo incrementarlo más y más.

La ropa, los aparatos, las pequeñas o grandes posesiones guardadas en el armario y en los cajones, pueden ser útiles en tantas situaciones de la vida, pero también pueden dejarnos atrapado en las redes del apego.

Giovanni Papini observaba, al comparar los dos relatos en los que Cristo multiplicó el pan para la gente, un dato paradójico. En la primera multiplicación, los discípulos tenían cinco panes y dos peces; con ellos se pudo dar de comer a unos 5000 hombres, sin contar mujeres y niños, y sobraron doce canastos llenos (cf. Mt 14,14-21).

En la segunda multiplicación, los discípulos estaban “mejor” preparados, pues tenían siete panes y unos pocos peces. Tras el milagro, los distribuyeron entre 4000 hombres, sin contar mujeres y niños, y recogieron siete canastos llenos (cf. Mt 15,32-39). Es decir, a más panes, menos personas alimentadas y menos canastos de sobra.

Los expertos de la Biblia darán, seguramente, explicaciones más serias y más interesantes que las ofrecidas por Papini, un convertido que se enamoró apasionadamente de Cristo. Pero su explicación es más profunda de lo que parece:

“¿Cuál es el significado moral de esta proporción inversa? Cuanto menos comida tenemos, más podemos distribuir. Lo menor da lo mayor. Si los panes hubieran sido todavía menos habría sido saciado el doble de gente y habría sobrado más. Si con cinco panes fueron satisfechas 5000 personas, con un solo pan se podría saciar cinco veces más. El pan verdadero, el pan de la verdad, satisface más cuanto menos es” (G. Papini, Storia di Cristo, p. 163).

La “lógica” es clara: para servir a los demás no hace falta tener muchas cosas. La ley de la generosidad se puede formular así: cuanto menos posees, más disponible estás para visitar enfermos, acompañar a ancianos, escuchar a deprimidos, jugar con los niños, ayudar en el hogar en las pequeñas cosas de cada día.

Las riquezas no son la clave para ser generosos. El servicio nace de la bondad del corazón que aprende a vivir desprendido de todo, y muy “apegado” al Amor eterno de Dios.

De Dios aprendemos a vivir abiertos y disponibles, porque Dios viste a la hierba del campo, da de comer a los pajarillos, y tiene su mayor alegría en estar con los hijos de los hombres (cf. Mt 6,24-34; Pro 8,31).