Bienes y saberes

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Tener dinero, gozar de salud, estar rodeado de amigos, son bienes que ayudan a una vida feliz, realizada, plena. 

Pero a veces tener cosas buenas, disponer de mil posibilidades ante nuestros pasos, no impiden que cometamos errores muy graves, que caminemos hacia metas erróneas, que terminemos en el fracaso de quien no ha sabido vivir de modo recto. 

Los bienes que tenemos a nuestra disposición necesitan ser guiados desde un criterio ético justo, desde un saber lleno de prudencia, desde normas que orientan hacia la meta. 

Por eso, lo más importante en cualquier vida humana es identificar esa meta, ese destino, ese lugar definitivo al que llegaremos un día más o menos cercano. 

Las etapas en la vida terrena son siempre provisionales y contingentes, son frágiles y mudables. La salud que disfruto hoy puede desaparecer mañana gracias a un cambio del viento. El amigo que parecía sincero puede apuñalarnos por la espalda. El dinero en la cuenta bancaria se desinfla poco a poco, si es que no ha llegado a teñirse de rojo. 

Sólo cuando percibimos lo frágil que son los bienes humanos podemos reconocer que no tenemos aquí una ciudad permanente, que somos peregrinos hacia un mundo definitivo, eterno (cf. Heb 13,14). 

Conserva una actualidad perenne la continua advertencia del Sócrates platónico: tener muchos bienes sin saber cómo usarlos resulta un grave peligro. Al revés, ser pobre pero con prudencia y con principios éticos, nos permite conducir una vida correcta, buena, feliz. 

No importa tanto lo que tengamos, sino el modo como queramos usar cada bien que cae en nuestras manos. Con un uso correcto de cada cosa podremos caminar hacia la meta verdadera, hacia el cielo donde los malos (que nunca se arrepintieron) son excluidos, y donde los buenos reciben el abrazo del Dios que les permitió vivir de modo honesto.