La meta definitiva

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Hay un guión temático que se repite en muchas novelas y películas. Primero, una situación más o menos complicada. Luego, una serie de aventuras. Finalmente, un desenlace, que puede ser feliz, triste o ambivalente.

El guión deja la idea de que al final de la película los protagonistas han llegado a una meta estable y más o menos definida. Un niño pobre trabaja, estudia, y termina millonario. Un joven borracho consigue, poco a poco, encontrar el sentido de la vida y se casa con una mujer buena y trabajadora. Un matrimonio pasa por muchas peripecias y, al final, terminan en un divorcio dramático y lleno de rencores.

Pero las “metas” de estas narraciones son simplemente etapas de un camino que aún está por recorrerse. Porque el millonario puede usar el dinero para el bien o para el mal; si no se organiza bien, terminará en una ruina clamorosa. El joven exborracho que acaba de casarse tiene que madurar todavía para vivir su vida matrimonial y sus compromisos como padre. Los esposos que llegaron al drama del divorcio quizá algún día vuelven sobre sus pasos, piden perdón, se reconcilian, y empiezan una nueva etapa de la vida.

El sucederse de los hechos es mucho más rico, más curioso, más sorprendente que los guiones de cine o que las tramas novelescas. Porque cada ser humano puede, en un golpe de fortuna, salir de una situación de desgracias; o porque puede terminar sus últimos años bajo el dolor de una enfermedad terrible mientras las cuentas bancarias están llenas de dinero.

El camino de cada existencia humana sólo se cierra, aparentemente, a la hora de la muerte, cuando un cuerpo inerte no puede ya tomar decisión alguna. Se cierra, aparentemente, porque algo inicia tras la agonía.

Tras la muerte se esconde un mundo que no emerge en tantas historias, novelas y películas, pero que no por eso deja de ser menos real. Incluso, si lo pensamos bien, lo que comienza después del último latido resulta ser, realmente, decisivo.

El tiempo avanza inexorablemente. Mientras los genios de la pluma o del cine nos hacen soñar con matrimonios felices y con niños que se hacen ricos, miles de seres humanos se acercan, de golpe o poco a poco, hacia la meta definitiva. Y vale la pena prepararse a ese momento con una mente despierta y un corazón dispuesto a lo verdadero, lo justo, lo bueno, lo bello.