“El lenguaje de Dios es silencioso”

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

¿Habla Dios? ¿Nos dice algo en este mundo de prisas, imágenes, trabajo y juego?

 

Quizá no dejamos tiempo para la reflexión, para la escucha. A veces basta un rato en la mañana o en la noche para descubrir las señales, los gestos, los silencios en los cuales Dios nos quiso decir algo.

 

Su modo de hablar es especial, discreto, constante, sereno. Hay que abrir los oídos del corazón para descubrirlo. Viene a cuento lo escrito hace unos años por el entonces cardenal Ratzinger:

 

“El lenguaje de Dios es silencioso. Pero nos ofrece numerosas señales. Si lanzamos una ojeada retrospectiva, comprobaremos que nos ha dado un empujoncito mediante amigos, un libro o un supuesto fracaso, incluso mediante accidentes. En realidad, la vida está llena de estas mudas indicaciones. Despacio, si permanezco alerta, a partir de todo esto se va conformando el conjunto y empiezo a percibir cómo Dios me guía” (Joseph Ratzinger, “Dios y el mundo”).

 

Leer la propia vida no siempre es fácil ni claro. Encontramos tantas señales, tantos rostros, tantas situaciones, algunas casi absurdas, incomprensibles. Dios ha actuado de tantos modos...

 

Cada uno puede mirar su propia historia personal para descubrir esa acción de Dios. Recordaremos hechos bellísimos, grandiosos, alegres: un encuentro, un amor, la conclusión de unos estudios, el matrimonio, el nacimiento de un hijo. Otras veces tendremos que revivir momentos de dolor: un accidente, la muerte de un ser querido, un fracaso en el estudio o en el trabajo, la traición de alguien que parecía amigo sincero y bueno.

 

Detrás de todo, en el centro de todo, Dios sigue a nuestro lado. No nos grita, no encadena nuestra libertad. Tiende sus brazos, y nos llama, en medio del dolor o la alegría, para que sigamos hacia Él en el camino de la vida.

 

Sólo al final comprenderemos lo mucho que nos quiso. Pero ahora nos gustaría poder descifrar, leer, lo que nos susurra con cariño, también cuando las espinas se clavan poco a poco en nuestra carne enferma.

 

No siempre es fácil descifrar el sentido de la vida, pero la compañía del Espíritu Santo, del Espíritu de Cristo, nos puede iluminar y dar fuerzas, para no caminar en las tinieblas, para comprender que el Amor es la última palabra de la historia humana, de mi pequeña historia personal. Por eso el cristiano es un hombre de esperanza que avanza hacia la luz. También cuando hay que subir un monte llamado Calvario...