¿Libertad, ¿en qué te basas?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Juan es miembro de un grupo pro vida, mientras que Javier pertenece a una asociación animalista. Marta participa en un grupo de asistencia a inmigrantes, mientras que Susana ha decidido sostener las actividades de un partido independentista.

 

Se trata de opciones diferentes. Cada una de esas personas ha decidido un proyecto en la vida, incluso un modo de vivir. ¿Por qué? Podríamos responder que la diferencia en las respuestas se explica por el hecho de la libertad.

 

Hay, ciertamente, autores que niegan la libertad humana. Para algunos, somos simplemente resultado de fuerzas sociales o de condicionamientos culturales que determinan nuestras opciones. Juan es pro vida porque su familia le ha inculcado ciertas informaciones que “obligan” a Juan a pensar y decidir de una manera distinta de la de Javier. Otros autores piensan que estamos determinados por mecanismos fisiológicos más o menos complejos, mecanismos que nos engañan al hacernos suponer que somos libres cuando, en realidad, actuamos bajo el control de las hormonas y de los circuitos neuronales.

 

Las teorías anteriores suponen un determinismo que va contra la experiencia interior de cada ser humano y contra la concepción base que regula la vida social. Si se negase la libertad, ningún acto sería responsable, no habría ningún mérito ni ninguna culpa, no tendrían sentido las cárceles ni los aplausos: todos seríamos como robots cuyo funcionamiento habría que perfeccionar a base de reactivos químicos, de pastillas o de otros instrumentos puestos en manos de los controladores del comportamiento que orientarían las conductas de todos hacia la convivencia armónica y el equilibrio ambiental.

 

Si reconocemos y admitimos la libertad, hace falta responder a la pregunta: ¿por qué un ser libre se compromete en salvar del aborto a los hijos antes de nacer y otro opta por dedicar sus mejores energías para defender a los toros? La libertad no se da “en el aire”. Optar por un grupo humanitario o por un grupo ecologista, escoger la honestidad en el trabajo o realizar trampas para ganar más dinero, depende no simplemente de un movimiento interior que lleva a cada uno a decidir por una cosa o por otra, ni es algo simplemente sentimental: “es que me gusta dedicarme a la asistencia a los enfermos”. Hay algo mucho más profundo y más serio que explica las diferentes opciones humanas.

 

La libertad tiene un ancla, un fundamento, en la inteligencia. Gracias a ella, percibimos la diferencia entre el egoísmo y el servicio, entre la injusticia y la solidaridad, entre la honestidad y la cobardía, entre la bondad y la vileza.

 

Es cierto que no somos inteligencias puras, que sentimos el peso de condicionamientos culturales y educativos, que dependemos de la presión atmosférica y de las noticias de la prensa. Pero los condicionamientos, como repetía una y otra vez Viktor Frankl, no eliminan la libertad. En un campo de concentración algunos deciden ayudar a sus compañeros de desgracia mientras que otros optan por hacerse colaboradores de los carceleros...

 

Unirse a un grupo defensor de la vida de los no nacidos o a un grupo defensor de la vida de los animales depende, por lo tanto, de modos distintos de percibir qué sea lo más importante, lo más serio, lo más urgente en el mundo contemporáneo. Hay quienes hacen esfuerzos ingentes para que los banqueros sigan ganando intereses muy elevados, mientras que otros prefieren orientar sus esfuerzos para que los pobres tengan mejores condiciones de vida.

 

La diferencia de cada opción no radica en libertades vacías e indeterminadas, sino en libertades formadas según criterios erróneos o según verdades promotoras de justicia.

 

Cada uno decide qué hacer con su propia vida, a qué dedicar sus mejores esfuerzos. No todas las opciones valen lo mismo. Mientras unos deciden trabajar por lo secundario, por lo menos urgente, tal vez incluso por caprichos injustos, otros comprometen todas sus energías en la tarea de defender aquellos valores que garanticen la justicia y los derechos fundamentales para todos los seres humanos, desde su concepción hasta la hora de su muerte.

 

La opción está en las manos de cada uno, y vale la pena pensar muy bien para dejar de lado caminos erróneos y para escoger aquellos que más nos acerquen a la verdad, a la justicia, al amor.