Ecos del Sínodo sobre la Palabra

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

El mes de octubre de 2008 ha sido especial para toda la Iglesia. En Roma, más de 250 obispos, junto al Papa, han orado, han hablado, han reflexionado sobre el papel de la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.

Con ellos, toda la Iglesia se ha puesto en actitud de escucha. ¿Qué nos pide Dios en los primeros años de este milenio? ¿Cómo está nuestra fe? ¿Cómo leemos y meditamos la Sagrada Escritura? ¿Qué hacemos para vivir a fondo el Evangelio como miembros de la Iglesia?

Las preguntas pueden ser muchas. En nuestras manos quedan las homilías y discursos del Papa Benedicto XVI durante este mes de estudio y de trabajo. Escuchamos cómo el Papa, en la misa inaugural de este Sínodo, marcaba, entre otras, una tarea sumamente importante:

“Venerados y queridos hermanos, que el Señor nos ayude a plantearnos juntos, durante las próximas semanas de las sesiones sinodales, cómo hacer cada vez más eficaz el anuncio del Evangelio en nuestro mundo. Todos experimentamos la necesidad de poner en el centro de nuestra vida la Palabra de Dios, de acoger a Cristo como nuestro único Redentor, como Reino de Dios en persona, para hacer que su luz ilumine a todos los ámbitos de la humanidad: desde la familia hasta la escuela, desde la cultura hasta el trabajo, desde el tiempo libre hasta los demás sectores de la sociedad y de nuestra vida” (5 de octubre de 2008).

En la larga marcha de las intervenciones por parte de los obispos y de los demás participantes en el Sínodo, también llegó el momento para que el Papa ofreciese una reflexión importante en la que pedía unir exégesis y teología, lectura seria de la Sagrada Escritura y fe de la Iglesia, según las indicaciones de la Constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II (Benedicto XVI, 14 de octubre de 2008).

En la homilía que cerró los trabajos del Sínodo, el Papa volvió a subrayar la importancia de una lectura bíblica en la comunidad, en la Iglesia, pues la Biblia es el libro del Pueblo de Dios, y el Pueblo de Dios se constituye como tal desde la Biblia, especialmente en la Liturgia.

“Existe, por lo tanto, una relación de recíproca y vital dependencia entre pueblo y Libro: la Biblia es un Libro vivo con el pueblo que es su sujeto que lo lee; el pueblo no subsiste sin el Libro porque en éste encuentra su razón de ser, su vocación, su identidad. Esta mutua dependencia entre pueblo y Sagrada Escritura es celebrada en cada asamblea litúrgica, la cual, gracias al Espíritu Santo, escucha a Cristo, ya que es Él quien habla cuando en la Iglesia se lee la Escritura y se acoge la alianza que Dios renueva con su pueblo. Escritura y liturgia convergen, entonces, con el único fin de llevar al pueblo al diálogo con el Señor, a la obediencia de la voluntad del Señor. La Palabra que sale de la boca de Dios y que testimonian las Escrituras regresa a Él en forma de respuesta orante, de respuesta vivida, de respuesta al amor” (cf. Is 55,10-11)” (Benedicto XVI, 26 de octubre de 2008).

El conocimiento de las Escrituras nos lleva a conocer a Cristo, a penetrar en el Amor salvífico del Padre, a vivir en el Espíritu Santo, a descubrir nuestra llamada a la Iglesia, a recibir la luz y la fuerza necesarias para el camino de la vida.

Quien se mira en la Biblia, quien se deja mirar y juzgar por la Sagrada Escritura, descubre el sentido más genuino de su fe, alimente su esperanza, y crece en el amor. Llega a ser cada día más semejante a Cristo y, en Cristo, sabe ofrecerse por entero al Padre y a sus hermanos.

Así nos lo recuerda un Sínodo que no sólo ha reunido en Roma a muchos obispos y expertos, sino que en cierto modo ha reflejado el corazón de una Iglesia siempre joven y siempre viva en la escucha de la Palabra de Dios.