¿Por qué siguen las persecuciones?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Profesor de filosofía y bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Las noticias llegan con una monotonía implacable. Un día asesinan a un obispo en Irak. Otro día son destruidas varias iglesias en Nigeria. Poco tiempo después llega información sobre masacres y destrucciones de templos y de hogares cristianos en la India. Y ya resulta “normal” escuchar que en China han sido arrestados varios sacerdotes o algún obispo.

 

El mundo “democrático” asiste, pasivo, ante hechos en los que seres humanos son perseguidos simplemente porque creen en Cristo.

 

En otras ocasiones, ese mundo “democrático” vende y promociona libros, películas o reportajes pseudoinformativos donde se denigra al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a los católicos de a pie. ¿El resultado? Aumenta cada vez más el odio y el desprecio hacia los cristianos.

 

El Evangelio se cumple perfectamente en esta situación de injusticias y persecuciones. Jesús había anunciado con claridad: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros...” (Jn 15,20, cf. Lc 21,12).

 

¿Por qué hay persecuciones? ¿Por qué crece el odio hacia los cristianos? Porque Cristo no es conocido, porque hay hombres y mujeres que no acogen su mensaje de salvación y de misericordia.

 

Hay persecuciones porque algunos buscan imponerse por la fuerza y destruir a los débiles e indefensos.

 

Hay persecuciones porque en los corazones existen mecanismos perversos que llevan a condenar a inocentes simplemente porque tienen una religión distinta de la propia.

 

Hay persecuciones porque la lucha entre el bien y el mal seguirá en el mundo mientras haya seres humanos que escojan el camino de la violencia por encima del verdadero respeto a la justicia y a la paz.

 

Hay persecuciones porque algunos políticos y responsables del orden público prefieren lavarse las manos ante la sangre de cristianos indefensos para evitarse la difícil tarea de imponer el orden con los instrumentos del derecho.

 

Hay persecuciones, en definitiva, porque el odio impide ver la bondad y la inocencia de seres humanos indefensos, que piden, que suplican, que esperan ser respetados en sus derechos fundamentales: a la vida, a la casa, a la libertad de movimiento, a la posibilidad de escoger esta o aquella religión y de poder practicarla también en público.

 

Siguen las persecuciones, tristemente, contra miles y miles de cristianos. Ellos merecen, como todo ser humano, nuestras oraciones, nuestra ayuda concreta, y un esfuerzo de las autoridades nacionales e internacionales para que el derecho a la libertad religiosa sea una realidad en todos los rincones del planeta.