Unión Europea y aborto

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

En su camino hacia nuevas formas de integración, la Unión Europa no puede dejar de lado una herida profunda que lleva en sus entrañas: las leyes que permiten el aborto en muchos de los estados que la componen.

 

Porque resulta esencial, para la vida sana de los pueblos y de las sociedades, el respeto de los derechos humanos y la lucha contra las discriminaciones arbitrarias. Y no hay derechos humanos allí donde se permite destruir a los hijos en el seno materno, allí donde se priva a los más pequeños e indefensos de su derecho a la vida.

 

Las discusiones sobre cómo configurar a la Unión Europea en los últimos años se han centrado en temas importantes, pero no decisivos. Es importante lograr un reparto equitativo de poderes, buenas políticas económicas, una correcta regulación del flujo migratorio. Pero el tema clave para el presente y el futuro de Europa, el tema que marca la vida de millones de familias, de millones de mujeres y de hombres, de millones de hijos ya concebidos, es el tema de la vida.

 

Permitir el aborto, como recordaba el Papa Benedicto XVI, agrava los enormes problemas que afligen a la sociedad, especialmente a las mujeres. “Haber permitido recurrir a la interrupción del embarazo no sólo no ha resuelto los problemas que afligen a muchas mujeres y a muchos núcleos familiares, sino que ha abierto una herida ulterior en nuestras sociedades, por desgracia ya agobiadas por profundos sufrimientos” (Benedicto XVI, discurso a un grupo de representantes del Movimiento por la Vida en Italia, 12 de mayo de 2008).

 

Por eso, el Papa pedía en ese mismo discurso un esfuerzo coordinado “para que las diversas instituciones pongan de nuevo en el centro de su acción la defensa de la vida humana y la atención prioritaria a la familia, en cuyo seno la vida nace y se desarrolla” .

 

Es urgente abrir los ojos ante el tema del aborto para revertir una tendencia que durante varias décadas ha llevado a despenalizar y liberalizar, incluso con el uso de dinero público, este grave delito. Si a través de todos los instrumentos legítimos y buenos lo logramos, la Unión Europea, y cada uno de sus estados miembros, empezarán a construir sociedades más justas, más solidarias, más abiertas: sabrán defender el derecho a la vida de todos los seres humanos que viven en Europa, desde el momento en el que inician a crecer tras la fecundación, hasta que llega la hora que pone fin a su existencia terrena.