El Aleluya de la Pascua

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

El Aleluya es el canto pascual por excelencia. Un canto de alegría, de gozo, de esperanza. Un canto que nos lleva a decir, a gritar continuamente: “¡Alabad al Señor!”.

 

¿Por qué cantamos Aleluya? ¿Por qué alabamos al Señor? Porque Dios ha mostrado su misericordia; porque ha sido fiel a su Alianza; porque ha mantenido las promesas a Abraham, a Moisés, a los profetas; porque ha bendecido a todas las naciones a través del Pueblo escogido, Israel.

 

Sobre todo, cantamos Aleluya porque Cristo aceptó la Voluntad del Padre. Como manso Cordero, como Víctima de reconciliación, puso sus manos sobre el madero. Su agonía fue una entrega de Amor. Su Muerte fue la destrucción de la muerte. Su “derrota” se convirtió en el triunfo de la misericordia.

 

La mañana de Pascua la tumba no pudo contener el Cuerpo de Cristo. La Resurrección confirmó definitivamente la victoria del amor sobre el pecado. Todos y cada uno de nosotros, desde aquel día, el día más importante de la historia humana, podemos cantar, llenos de gozo, “¡Aleluya!”

 

Lo cantamos en la iglesia, durante la misa, en los momentos de oración. Y tenemos que seguir cantándolo en casa, en lo sencillo, en las aventuras de cada día, en nuestro modo de pensar y de actuar.

 

Alabamos a Dios, decía san Agustín, “cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta”.

 

Con la lengua y con la conducta, con el corazón y con las obras, hoy es un día para cantar sencillamente, alegremente, confiadamente, con la ilusión propia de quien cree en Cristo resucitado: ¡Aleluya!