Para que todos tengan oportunidad de vivir

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

En un viejo diálogo escrito hace más de 2300 años, un sacerdote egipcio reprochaba a Solón (un famoso gobernante griego): “¡Ay!, Solón, Solón, ¡los griegos serán siempre niños!, ¡no existe el griego viejo!” Solón quiso saber por qué el egipcio decía estas frases. Y el sacerdote contestó: “Todos ustedes tienen almas de jóvenes, porque se olvidan del pasado: no saben lo que es un conocimiento madurado por el paso del tiempo”. 

Para bien y para mal, los hombres somos olvidadizos. No han pasado muchos meses desde el último terremoto, y algunos ya viven como si su ciudad fuese invulnerable. No han pasado muchos años desde la última guerra mundial, y hoy parece que el mundo va a seguir tranquilo y feliz en su economía salvaje durante todo el siglo que inicia. Y la crisis económica de 1929, con todo lo que ella trajo consigo, parece algo anecdótico que se estudia en los manuales de economía para los amantes de reliquias del pasado... 

Mirando un poco más lejos, a los inicios del siglo XX, encontramos que surgieron, aquí y allá, ideas racistas y propuestas para mejorar la especie humana (en especial, la raza que algunos racistas consideran privilegiada, la blanca). 

Tales propuestas nacieron no sólo en Alemania, donde un día, tristemente, se llevaron a la práctica, sino también al otro lado del Río Grande, en los Estados Unidos de América. El estado de Virginia, por ejemplo, aprobó en 1927 una ley que permitía la esterilización forzada de pacientes minusválidos que tenían alguna forma hereditaria de enfermedad mental o estupidez. Y en 1943 en 30 estados de los Estados Unidos era posible la esterilización de los “no adaptados”, a veces incluso con métodos violentos... En algunos países de Europa y en Japón se dieron normas parecidas. 

Desde luego, estas políticas que buscaban el control de los “inferiores” para el “bien general” entraron en crisis cuando se conocieron los escándalos de la política racista y las esterilizaciones forzadas de Hitler. Pero si se contempla la situación actual en algunos lugares del planeta, se notan señales de renacimiento de los viejos fantasmas. 

Hay algunos que están muy interesados en que no nazcan ciertos tipos de personas (sobre todo si son indígenas, pobres, de países tercermundistas, etc.). De vez en cuando salen a la luz noticias sobre las presiones que sufren las mujeres pobres para que acepten la contracepción y la esterilización. En los países ricos, muchos ven como algo plenamente normal lo que es un crimen discriminatorio: que sean abortados sistemáticamente los embriones y fetos con defectos… 

Es cierto que los hombres tenemos poca memoria. Pero es bueno que ciertas experiencias del pasado no caigan tranquilamente, silenciosamente, en los brazos del olvido. Hemos de recordar el sufrimiento del pueblo judío en manos de los perseguidores nazis. Hemos de recordar la muerte de millares de esclavos a manos de mercaderes de lo humano que no sabían lo que eran los escrúpulos. Hemos de recordar los millones de muertos en tantas guerras que han nacido del egoísmo de pocos poderosos. 

Por eso, en estos primeros años del siglo XXI, también hemos de recordar los errores de quienes pretenden determinar quiénes pueden nacer y quiénes no, en busca de una “purificación de la raza” que sólo era el resultado de sus ambiciones de grupo. 

Recordamos, entonces, para aprender del pasado, para no caer en las viejas trampas, y para defender la dignidad de cada hombre o mujer por encima de sus cualidades físicas, psíquicas, raciales, culturales o religiosas. 

Nadie puede ser excluido del misterio de la vida. Todos estamos llamados a contribuir, con responsabilidad y con amor, a la acogida respetuosa y llena de cariño de cada hijo que empieza a vivir. Para que todos, sin discriminaciones, tengan la oportunidad de vivir.