Peregrinos

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Según san Agustín, si el camino resulta agradable, el peregrino no ama la patria. En cambio, si la patria es amable, la peregrinación se convierte en una experiencia dolorosa.

La tierra está llena de multitud de aventuras y sensaciones. A veces nos sentimos tan a gusto que dejamos de lado cualquier preocupación por lo que ocurrirá al otro lado de la frontera.

Es hermoso, sí, el camino de la vida. Montañas y valles, mares y ríos, águilas y gorriones. Mil experiencias nos hacen disfrutar del sol, de una acaricia, del suave viento o de la mirada serena del abuelo.

Nos gustaría que todo quedase así, inmóvil, bello, como una fotografía. Es entonces cuando buscamos convertir el camino en una meta: olvidamos que vamos hacia la patria eterna…

Pero nada permanece en esta tierra mudable e incierta. Hoy termino un examen y mañana tengo que empezar a estudiar otra materia. Ayer me enamoré locamente, y en unos días me siento desengañado o descubro que todo fue un fuego de artificio. Cuando uno se casa, la luna de miel corre tan rápido que apenas queda tiempo para descubrir que ya está por nacer el primer hijo. Cuando nace, hay que correr para cuidarlo, llevarlo a la escuela, darle lo que necesita, protegerle de los malos amigos, ayudarle a pagar sus estudios universitarios, y...

Todo pasa. Los novios de ayer son los abuelos de mañana. El coche último modelo en poco tiempo se ha convertido en objeto para la historia. Las verduras tan buenas que hoy compramos en el mercado mañana estarán estropeadas o cocidas.

Queda el espíritu, esa fuerza que nos permite amar y ser sinceros, esa energía misteriosa que se esconde en nuestro cuerpo y que no puede ser disecada ni destruida. El espíritu sigue, más allá de las alegrías y las penas, de las enfermedades o de los placeres más intensos. Ni la calumnia, ni el fracaso, ni la muerte, pueden destruir ese misterio del espíritu.

Ser peregrinos es reconocer que estamos de paso, que la meta está al final de la marcha, que lo que ahora experimentamos es sólo una etapa del camino.

Sólo después, cuando las velas se recojan, cuando la barca termine su travesía, descubriremos que estábamos en camino, y que la patria estaba allá, al otro lado. Patria, sí, porque es el lugar donde está el Padre, donde Dios espera, con los brazos abiertos, sin cansarse de nuestros caprichos, nuestros miedos y nuestras penas. Patria, el lugar para el que nacimos, el sentido de nuestros trabajos, la explicación de la muerte de los mártires y de la virginidad de quienes dan a Dios ese poco de una vida pasajera.

Patria: es hermoso pensar en ella, mientras el reloj sigue su marcha fugitiva, mientras las estrellas (caducas en el cielo inmenso) se apagan poco a poco y dejan paso a la luz de un alba eterna.