Rezar por la lluvia

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Falta agua porque hay muchas necesidades, porque hay no pocos despilfarros, porque no se han llevado a la práctica planes serios y eficaces para almacenar y distribuir agua. Falta agua, además, porque no llueve.

Por eso es urgente poner en marcha programas de abastecimiento, de desalinización. Por eso en algunos lugares hay que construir nuevos embalses. Por eso hay que crear una cultura del ahorro. Pero ello no quita la urgencia de mirar al cielo para recordar que existe un Padre que dispone todo con Amor.

Ante la falta de agua sentimos la necesidad de ofrecer nuestra oración sencilla y confiada a Dios, que hace llover sobre buenos y malos (cf. Mt 5,45), para que envíe el don de la lluvia.

Somos sus hijos, y necesitamos su ayuda, su protección. Sabemos que no cae un parajillo sin que Dios lo permita. ¿No valemos nosotros más que los pájaros y que los lirios (cf. Mt 6,25-34)?

Por eso, con sencillez, podemos suplicar que llegue, pronto, lluvia para los campos, los ríos, los embalses. Lluvia para los ricos y para los pobres, para los países de la moderna Europa y de la necesitada África, de la extensa América y de la poblada Asia. Lluvia para los corazones y para los cuerpos, para las cosechas y para los bosques.

Dios no puede dejar de escuchar a quienes rezan con fe. Incluso si la sequía se alargase, podremos reconocer que Él lo dispone todo para un bien mayor. Nos costará entenderlo, pero no por ello dudaremos de Su Amor.

También en la prueba, cuando la vida se hace cuesta arriba, hemos de abrir el alma para confiar y repetir, sencillamente, filialmente: “hágase, Señor, Tu Voluntad”.