Alegrar el corazón de Dios
Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.
Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)
¿No es fácil asomarnos al corazón de Dios. ¿Cómo mira a la tierra? ¿Cómo ve la historia humana? ¿Cómo valora nuestros actos?
Las preguntas van a algo más profundo: ¿por qué nos ha hecho? ¿Qué sueños tiene sobre cada una de nuestras vidas? Las podemos formular en primera persona: ¿para qué me creó? ¿Por qué me busca y me espera?
Son preguntas que van a la raíz de nuestra vida. Nos ponen ante quien dio origen al universo y a la propia vida, nos ayudan a pensar en la meta eterna.
Conocemos las respuestas gracias al Espíritu Santo que nos ha sido dado. Dios está al inicio. Dios está al final. Y Dios nos acompaña, discretamente, respetuosamente, en los mil caminos de la vida.
La mayor alegría que podemos darle a Dios consiste simplemente en reconocerle, en amarle, en dejarnos abrazar por Él. Consiste en acoger a su Hijo, en descubrir en Cristo el rostro del Padre, en empezar a vivir desde la experiencia de la misericordia.
Si hemos conocido el Amor, si hemos dejado que el Señor entre en nuestros corazones, sentimos una urgencia profunda de darlo a otros.
No podemos conservar el tesoro de la fe como algo individual. Necesitamos dejarnos llevar por el fuego que arde en nuestros corazones para gritar a quienes viven a nuestro lado: ¡Cristo también te ama, como me ama a mí, como nos ama a todos!
El regalo más hermoso y más grande que podemos ofrecer a cualquier ser humano es precisamente este: conducirlo, como Felipe a Natanael, a un Nazareno bueno, al Hijo de María y de José, al Amigo que dio su vida por los amigos, al Pastor que guía a su rebaño.
Entonces será posible que se repita, en nuestro tiempo inquieto y confuso, el milagro del encuentro. Un corazón será alcanzado por la mirada del Maestro. Y el corazón de Dios celebrará fiesta grande porque un hijo descarriado acaba de descubrir el Amor, empieza a caminar hacia la Patria eterna...