Cambios de religion

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Cada ser humano orienta su existencia desde su inteligencia y su voluntad. La inteligencia nos abre a la búsqueda de la verdad. La voluntad abraza aquellas realidades conocidas como buenas.

 

No es posible vivir sin opciones, porque el amor nos lleva a escoger aquel camino que se presente como más hermoso y más bueno para la propia existencia humana. Optar por esta o por aquella religión se explica desde este dinamismo del espíritu.

 

A lo largo de los siglos, millones de hombres y de mujeres han escogido sus propias creencias religiosas. Algunos de ellos decidieron un día cambiar de religión: dejaron aquella en la que habían sido educados o que habían escogido en un momento determinado de sus vidas, y abrazaron un nuevo credo, una nueva visión sobre Dios, sobre el mundo, sobre los hombres.

 

Resulta claro que no pueden ser igualmente verdaderas religiones que ofrecen afirmaciones diferentes u opuestas. Pero ello no implica que la persona que decide cambiar de religión pierda sus derechos inalienables. Si uno yerra, de buena fe, merece respeto.

 

Ningún ser humano debería ser perseguido por sus convicciones religiosas. Es injusta la actitud de quienes condenan y amenazan a los que deciden cambiar de religión.

 

Ante las presiones e injusticias que sufren miles de personas que cambian de creencias, recordar las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa.

 

“Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos” (“Dignitatis humanae” n. 2).

 

El respeto de la libertad a la hora de escoger una u otra religión es un signo de civilización auténtica, es un modo de reconocer la dignidad profunda que posee cualquier hombre.

 

Sólo así podremos construir un mundo a la medida del ser humano. Un ser que busca sinceramente aquellas verdades más profundas, más completas, sobre la vida y la muerte, sobre el tiempo y sobre lo eterno, sobre el amor y sobre la justicia, sobre el bien y sobre Dios.