El engaño

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Nos duele descubrirlo: fuimos engañados. Pusimos nuestra confianza en aquella persona. Pensamos que nos amaba, que quería nuestro bien. Le abrimos el corazón, le dejamos un lugar en la propia vida.

Un día, un dramático día, descubrimos que todo era engaño. No había amor, sólo quería aprovecharse de mi confianza. Alguien quiso pasar un rato agradable conmigo, o simplemente estaba viendo hasta dónde llegaba mi ingenuidad, o quería quitarme algo de dinero.

La herida parece no sanar. Ahora resulta mucho más difícil fiarse de otros. Pensamos que es mejor cerrar puertas, esconder el corazón, vigilar cualquier movimiento como sospechoso. Creemos que así eludiremos caer en una nueva trampa, que no se repetirá ese sentimiento que nace cuando uno descubre que ha sido usado por ser “demasiado bueno”.

Pero esa defensa, a veces, también es un engaño. Un autoengaño, ciertamente, pero engaño. Porque una vida no puede vivirse siempre en trincheras. Porque dos (o cinco, o diez) fracasos no reflejan a la humanidad entera. Porque no nací para vivir solo, sino con otros. Porque existo para amar y dejarme amar, aunque a veces tenga miedo, aunque el pasado me haya dejado hondas heridas, aunque muchos me digan que no lo intente de nuevo, que es inútil, que todos son traidores viles y máscaras de intereses desleales.

El pasado no se borra. Queda este instante, este momento, este encuentro. Alguien me llama, pide una ayuda, una palabra de consuelo. Alguien necesita amor, un amor que quizá nadie más que yo podrá darle.

Temo, tal vez, una nueva trampa, temo ser, otra vez, engañado. Es correcto un poco de prudencia. Es bueno tantear primero el terreno. Es oportuno no quemar etapas, no creer que la amistad se conquista en 10 minutos. No quiero ser engañado nuevamente.

Pero tampoco puedo vivir siempre en el miedo. Arriesgo mucho, lo sé. Sin embargo, así lo pienso, es mucho más lo que gano. Quizá incluso quien empezó a tratarme con mentiras pueda cambiar, pueda ser conquistado por mi amor sincero, pueda tirar caretas y decirme: “te estaba engañando, pero me has vencido. Porque vale mucho el amor. Con tu amor, con tu entrega, con tu fragilidad y con la fuerza de tu corazón sincero, me has vencido. Desde hoy quiero, a tu lado, comenzar un vivir nuevo, lleno de un amor fresco, fuerte, sincero”.