Ayudar a las víctimas

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

La aprobación en la Asamblea general de las Naciones Unidas, el 18 de diciembre de 2007, de una “moratoria” mundial de la pena de muerte ha significado un gran paso en favor del respeto a la vida. Esta moratoria no llevará, lo sabemos, a eliminar en breve tiempo las ejecuciones en aquellos países en los que están permitida. Pero al menos mucho se ha logrado para valorar la vida de algunos seres humanos.

 

Velar por el derecho a la vida del delincuente, del asesino, de quien ha provocado graves daños a la sociedad, es posible sólo si reconocemos su dignidad: también quien ha matado necesita un gesto de respeto, una ayuda para reintegrarse en la sociedad y redimirse como ser humano.

 

Esta aprobación a favor de los criminales quedaría incompleta si olvidásemos a las víctimas. Los actos cometidos por terroristas, asesinos, delincuentes, han provocado daños enormes en personas inocentes que esperan todo el apoyo de la sociedad.

 

Sería, por lo tanto, una injusticia enorme promover ayudas a los asesinos dejando en la penumbra del olvido a las familias de las víctimas. Reconocer la dignidad de los malhechores debe ir acompañado de un mayor esfuerzo para sostener, no sólo económicamente, a las víctimas y a sus familiares.

 

Quienes han visto morir bajo manos asesinas a un familiar, a un amigo, acogerán con gratitud profunda cualquier acción que sirva para apoyarles, para acompañarles, para hacerles sentir que no están solos.

 

El respeto profundo que ofrecemos a los asesinos ha de convertirse en una ayuda para que muchos (ojalá todos) de ellos recapaciten ante el mal que han cometido y lleguen así a ese gesto magnífico de pedir, sinceramente, perdón, y de hacer lo que esté de su parte para tender la mano y ayudar a las familias de las víctimas.

 

No se trata de algo imposible. Ya ha habido delincuentes que supieron, desde lo más profundo de su corazón, pedir perdón. Como también, gracias a Dios, ha habido y hay numerosas víctimas que saben dar el magnífico paso para ofrecer el perdón y construir, así, un mundo más luminoso y más humano.