Responsables de un mundo bueno

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: Fuente: es.catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Cuando se produce un atentado en un mercado popular, cuando un grupo de guerrilleros asalta un autobús de civiles, cuando cada fin de semana mueren decenas de personas a causa de la embriaguez de algunos conductores... surge la pregunta: ¿quiénes son los responsables?

Existe una respuesta ofrecida por no pocos autores que ofrecen acusaciones “genéricas”. Buscan la causa de los hechos en las estructuras económicas, en las tradiciones culturales o religiosas, en las injusticias que afligen al planeta.

Por eso, cuando llega la noticia del enésimo asesinato de civiles en Irak, es fácil decir que todo es culpa de la situación de caos provocada tras la guerra, de las tensiones que han surgido por el deseo de controlar las fuentes de energía. Algo parecido se puede decir respecto de tantos acontecimientos pequeños o grandes, también cuando las víctimas son simples ciudadanos de a pie que hacían cola en el mercado, o que habían ido a un bar a pasar el rato con los amigos, o que esperaban frente a un ayuntamiento para pedir algún certificado oficial.

Si vamos más a fondo, descubriremos que las condiciones socioeconómicas y que las injusticias profundas que sufren millones de personas no son suficientes para explicar la lógica salvaje que se esconde en un atentado sobre inocentes. Porque esa lógica tiene su raíz verdadera en un corazón humano, lleno de odio, de rabia, de fanatismo, de ferocidad.

Los gobernantes de las naciones, los organismos nacionales e internacionales, tienen su parte de responsabilidad, sumamente importante, para evitar que se creen nuevas injusticias y para eliminar la miseria, la opresión y los abusos a los que son sometidos millones de seres humanos. Pero es mucho más grave la responsabilidad que pesa sobre un hombre o un grupo de personas que organizan una masacre con el deseo de “hacer noticia” o de recordar un drama humano por medio de la muerte de hombres y mujeres de la calle.

Necesitamos recordar que la historia humana no es el resultado de fuerzas ciegas o de situaciones que escapan al control de las personas. Principalmente es el resultado de libertades que escogen el camino de la paz o de la violencia, de la reconciliación o de la venganza, de la solidaridad o del chantaje, del perdón o del odio.

Por eso, cada vez que un hombre o una mujer, en las situaciones más dramáticas o en la vida normal de una sociedad pacífica, decide vivir según el amor y la justicia, la historia da un paso hacia la paz y la concordia, hacia el verdadero progreso que vence al mal y que construye puentes hacia un futuro mejor.

Todos tenemos una parte (grande o pequeña) de responsabilidad para que el mundo cambie. Asumirla es de almas grandes. Esas almas no aparecerán seguramente en los medios de comunicación social. Pero eso no importa. Lo que importa es que cada día millones de personas buenas abren surcos de alegría y de concordia en la historia humana, vencen desde sus corazones el mal con el bien. Surge así, poco a poco, un mundo más bueno y más feliz.