Satisfacciones inmediatas

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

 

Quiero beber: voy a la nevera y tomo un refresco. Quiero comer: voy a la cocina y preparo un bocadillo. Quiero descansar: voy a la cama y me acuesto. Quiero caminar: salgo de casa y observo coches, árboles y jilgueros. Quiero ver una película: tomo unas monedas y voy al cine de la esquina.

Mil deseos pueden encontrar una satisfacción inmediata. Luego, cuando ya estamos “satisfechos”, pasamos a otra cosa, a otro gusto, a otro proyecto o a un descanso más profundo, el del sueño.

Tenemos, a la vez, otros deseos que no conquistamos fácilmente. Quiero el afecto de un amigo, pero su voluntad escapa a mi control. Quiero la ayuda de un familiar, pero siempre encuentra excusas para decirme “no”. Quiero un viaje a un lugar lejano, pero los ahorros nunca son suficientes. Quiero alcanzar un puesto de trabajo, pero en las oposiciones hay siempre otros que ganan los primeros puestos.

Lograr lo difícil, lo largamente deseado, lleva a una satisfacción mucho más profunda que la que se consigue con lo fácil. Pero incluso aquello por lo que tanto luchamos, que tanto nos costó (la esposa o el esposo, el nacimiento difícil de un hijo, un título universitario, una casa en las montañas) no nos llena plenamente, no satisface esa inquietud profunda del corazón que desea, que sueña, que ama insaciablemente.

La vida nos pone ante nuevos retos, ante fronteras inalcanzadas. Nuestra voluntad no queda nunca contenta del todo, ni nadie es lo suficientemente eterno como para darnos una felicidad completa. Es entonces cuando pensamos si la vida misma no estará mal hecha, si nuestro corazón quiere más de lo que puede, si nuestros sueños de lo eterno son tan inconsistentes como el viento de una tormenta de verano.

¿No habrá algo, alguien, tal vez un cielo, tal vez ese Dios del que me hablaron de niño o que conocí por un amigo? ¿No será que esta vida es sólo una etapa, provisional, bella, frágil, que me prepara a mares más lejanos? ¿No valdrá la pena dejar un capricho inmediato, una cerveza, un baile, un amigo peligroso, para pensar si lo que hago me lleva a la meta, me une a lo eterno, me enseña a amar de un modo nuevo?

Hoy he podido alcanzar tantos deseos. He realizado gestos, he dicho palabras, he comido y he soñado. Satisfecho e inquieto, contento y con una nostalgia inacallable, con amigos y buscando un amor más grande. Será que mi vida no acaba aquí abajo, será que he nacido para el Dios que es Padre bueno, será que sólo encontraré la paz definitiva, plena, cuando deje mi corazón en Su regazo...