San Isidro Labrador, ¿santo ecologista?

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: Análisis digital (con permiso del autor)

 

 

La ecología entra en tantos temas... ¿Podría valer al recordar a san Isidro, el santo patrono de Madrid?

Según una leyenda, mientras Isidro arrojaba la semilla en los campos de labranza, se esforzaba para que parte de los granos cayesen fuera de los surcos. ¿El motivo? Quería que también los pájaros del cielo tuviesen la ración diaria de su comida. Porque Dios es providente, es verdad, pero muchas veces lo es gracias a manos humanas.

La tradición ha subrayado, además, otro aspecto mucho más profundo y más “ecologista” de san Isidro: su caridad para con los pobres. A veces les daba gran cantidad del trigo que llevaba al molino. Dios, que siempre es generoso con los generosos, le recompensaba de mil maneras, de forma que el santo campesino pudiese cumplir con sus obligaciones laborales sin dejar de ser un amigo lleno de cuidados para con sus hermanos más necesitados.

Si ponemos estos dos rasgos juntos, podemos notar cómo la caridad cristiana nos lleva a la preocupación por los hombres, que son muy amados por Dios. Pero no deja de lado a otras creaturas, que existen y viven gracias a la mano bondadosa de Dios, y que dan belleza a nuestro paso temporal, caduco pero no por eso menos hermoso, en una tierra necesitada del cuidado de los hombres.

Si se puede hablar de ecologismo en san Isidro será, ciertamente, un ecologismo cristiano. El cariño hacia los jilgueros y los gorriones, que va de la mano con el cuidado de los pobres, nace de una oración profunda, de una capacidad de descubrir un tesoro de bondad en cada creatura, especialmente en el hombre. Sería triste que en nombre del amor a la vida haya quien destine dinero para salvar ballenas mientras a pocos metros de su casa funciona una clínica tristemente famosa por practicar el aborto a mujeres que se sintieron solas cuando descubrieron que empezaban a ser madres.

Quizá el día de san Isidro (el 15 de mayo) puede convertirse en una ocasión para pedirle al santo un corazón como el suyo: abierto al prójimo, al que de verdad sufre por culpa del hambre, del frío, del abandono; abierto a la vida de plantas y animales, en su policromía llena de bellezas ingeniosas; abierto a Dios, que nos concede, en este mes de mayo, una nueva primavera, con sus lluvias, sus perfumes, el arrullo continuo de la tórtola enamorada, y el llanto de un niño que acaba de nacer en la casa del vecino.