Billete abierto

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

 

La vida es como un billete de viaje. Un billete particular: lo recibimos sin haberlo pedido, lo conservamos gracias al mucho cariño de padres, abuelos, hermanos y amigos, lo guardamos en el bolsillo para seguir de viaje.

Es un billete lleno de misterios. No sabemos si la próxima estación encontraremos un abrazo o un regaño, si seguiremos con salud hasta el invierno, si el trabajo nos permitirá estar activos o encontraremos una nota de fin de contrato. No sabemos si el sol calentará nuestros huesos o provocará un misterioso cáncer de piel. Si el amigo será fiel o nos dará un golpe por la espalda. Si la guerra seguirá lejos de casa o asomará, un día, a nuestra patria que vive amodorrada en una paz llena de complejos.

Es un billete emocionante. Porque me permite seguir adelante, porque me invita a nuevas aventuras. No como quien no sabe qué quiere, de dónde viene, a dónde se dirige. No como quien busca pasar el día entre prisas con el único deseo de que pronto llegue el sueño de la noche para serenar el corazón cansado. No como quien tiene miedo a todos y a todo, porque el accidente se esconde detrás de una escalera, en la calle, en el metro, en el ascensor, en el mosquito que llega de lejos con virus asesinos.

Es un billete que me exige decisiones tomadas en medio de mil preguntas: sobre la carrera que seguiré, sobre las personas a las que daré cariño, sobre el trabajo que buscaré, sobre el uso del tiempo, sobre los libros que tomaré en mis manos, sobre las medicinas que entrarán en mi cuerpo.

Cada día aparecen, ante mí, bifurcaciones y cruces de camino. Hay que decidir, hay que arriesgar, hay que ir hacia adelante. O, tal vez, pensaré que es mejor no dar un nuevo paso, desearé sentarme junto al semáforo, quedarme allí, pensativo, como si la vida pudiese quedar quieta, como si mis dedos pudiesen detener el tiempo pasajero.

El billete está abierto. El pasado queda escrito, imborrable. Con sus penas y sus gozos, con sus fracasos y sus triunfos, con aquella fractura en la rótula y con el encuentro con un amigo verdadero. El presente está en mis manos. Ahora decido lo que será el futuro, mientras pasa el tiempo, de prisa, incansable, y me invita a nuevas fronteras, a llegar a estaciones llenas de misterios.

El billete está abierto, y nos lleva hacia la meta. Algún día, cuando se acabe el último suspiro, cuando el corazón herido detenga su trabajo, cuando otros caminen despacito junto a mi lecho, entraré en un mundo nuevo. Donde Dios espera a cada uno de sus hijos, donde abraza y ama a los que en el tiempo vivieron esperando el gran Encuentro, donde dice a los que fueron buenos y justos: “Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del Reino preparado... Porque tuve hambre, y me disteis de comer... Porque vivisteis del amor y para amar, que es lo único que vale, de verdad, la pena, en los mil caminos de la vida humana”.