«Semillas de esperanza»

Lluvia

Autor: Padre Fernando Torre, msps. 

 

 

Me gusta la lluvia. Es una maravilla de la naturaleza que me provoca admiración y gozo. Me gusta ver llover; me fascina el ruido que produce y los olores que despierta.

La lluvia me habla de abundancia y generosidad; es un símbolo de las bendiciones de Dios para mí.

La lluvia es como una invitación a permanecer en casa, a estar conmigo, a recordar. Los días lluviosos me ponen nostálgico. En San Luis Potosí, donde viví hasta los 18 años, llovía poco; ahora vivo en la Cd. de México, aquí llueve más.

Con la lluvia se purifica la atmósfera, se refresca el ambiente, reverdecen los campos. El agua hace surgir la vida.

Me gusta que llueva fuerte, pero no por mucho tiempo.

Me preocupa que llueva cuando voy manejando, pues con el pavimento mojado aumentan los peligros. Cuando llueve, me molesta que se me mojen los zapatos. Me asustan las inundaciones, por la destrucción que causan.

Me entristece la lluvia en la casa de los pobres; el agua se colará; tendrán frío. Me entristece también la sequía: campos áridos, campesinos que pacientemente miran al cielo esperando un agua que no llega, y de la cual depende su subsistencia.

En julio del 88 entró a la Congregación un joven peruano, de Lima, donde nunca llueve. Yo era formador del Postulantado y me tocó convivir con él unas semanas en Guadalajara. Una tarde comenzó a llover. Él se llenó de júbilo y no resistió la tentación de salir al jardín a mojarse. Pero luego, sorprendido y asustado, regresó bajo techo, pues la tormenta venía acompañada de rayos y truenos. En los días siguientes llovió de nuevo; entonces pudo contemplar por primera vez el arco iris. Aún recuerdo su rostro transfigurado y su mirada inundada de asombro.