«Semillas de esperanza»
A qué dios adoro

Autor: Padre Fernando Torre, msps.  

 

 

Nacimos para adorar. No somos libres para adorar o no (como tampoco lo somos para pensar o no). Nuestra libertad está en la capacidad de elegir a qué dios queremos adorar.

Es innecesario detenernos a pensar a cuál dios escogeremos, pues ya hicimos esa elección. Para descubrir a qué dios adoramos, basta con analizar nuestra vida de la semana pasada: ¿a qué le dedicamos tiempo?, ¿en qué gastamos dinero?, ¿qué preocupación constante estuvo en nuestra mente?, ¿por cuál causa luchamos?, ¿a qué le dimos nuestro corazón?

Los grandes dioses de la humanidad son el dinero, el poder, el placer, la apariencia física y la fama. Frente a ellos muchos se postran, los adoran y les sacrifican la vida. Para obtener sus favores, pasan por encima de la salud, la familia y los propios valores; roban, matan, pisotean a los demás.

El culto al verdadero Dios no se mide por las horas de oración ni por los conocimientos que tengo sobre él. Se mide por el bien real hecho a los demás, por el servicio prestado a los otros. Está en la justicia y la paz que promoví, en la solidaridad que generé. Se nota en el amor que tuve hacia las personas que encontré, en la alegría y la esperanza que transmití.

El rival de Dios no son ni el demonio ni los ídolos, sino mi propio egoísmo. O adoro a Dios o me adoro a mí mismo.

Si adoro al verdadero Dios, seré libre y feliz; si me adoro a mí mismo, destruiré mi vida y la de otros.

¿A quién adoré la semana pasada: a Dios o a mí mismo? ¿A quién quiero adorar en el futuro?