«Semillas de esperanza»
Sentir el amor de Dios*

Autor: Padre Fernando Torre, msps.  

 

 

Me sorprendí cuando una persona, sin preámbulo alguno, me dijo: «Creo firmemente que Dios me ama, pero no experimento su amor. ¿Qué puedo hacer?»

No nos basta con creer en el amor de Dios; lo que deseamos es sentirlo. Así lo expresó el salmista: «mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti» (Sal 63,2). Somos espíritus encarnados; la certeza de que Dios nos ama debe tener una repercusión en nuestra psicología y en nuestra sensibilidad.

Sin pretender dar una receta, aquí comparto lo que hago:

1. Pedir sentirme amado. Pablo escribió: «Doblo mis rodillas ante el Padre… para que les conceda… conocer el amor de Cristo» (Ef 3, 14‑19). El verbo “conocer” indica una experiencia amorosa, un conocimiento inmediato, místico. En la liturgia pedimos a Dios: «Míranos con ojos de misericordia y haz que experimentemos vivamente tu amor».

2. Percibir y acoger los signos de amor de las personas que trato. Implica estar atento a los pequeños detalles de cariño, confianza, servicio y ternura. Es un aprendizaje que me ayuda a disfrutar el amor de Dios.

3. Aflojar mi interior; dejarme amar y conducir; soltar mis sentimientos; entrar en el misterioso terreno del inconsciente. Esto trae mayor percepción de mis pensamientos, miedos, deseos, reacciones, y mayor intensidad en las emociones: alegría, sufrimiento, tristeza, esperanza.

4. Repetir frecuentemente una frase. Es un modo eficaz para que las certezas de la fe lleguen a ser experiencia vital. Las dos frases que más digo son: «Mi Jesús, gracias porque me amas» y «Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Ésta última la repito consciente de que es el Padre quien me la dice.

Ojalá que también tú, lector, con san Juan y conmigo, puedas decir: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene» (1Jn 4,16).

---------------------------

 

* Torre, F., «Sentir el amor de Dios», en Semillas de esperanza, 80, La Cruz, México 2006, 101-102.